CAPÍTULO 29. SECUESTRADA

Abrí mis ojos lentamente y observé a mí alrededor, me di cuenta de que estaba en una habitación no muy grande, acostada en una cama matrimonial, moví mis manos y mis pies y no los tenía atados lo que me hizo respirar con alivio y calmar un poco los latidos frenéticos de mi corazón.

Me levanté de la cama, pero al hacerlo con rapidez me sentí mareada, por lo que debí volverme a sentar, en ese momento recordé lo sucedido, cuando la persona cubrió mi boca y al luchar en su contra me colocó un paño en la nariz con una sustancia que me adormeció.

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