Luciano me levantó de la silla donde estaba sentada y me llevó a su habitación. Allí, él me mostró las prendas que había comprado para mí, pero era más que obvio que nada de eso me iba a quedar. ¿Acaso era idiota?
—Este es muy lindo —me dijo él, mostrándome un vestido rojo corto. Yo miré el vestido y después a Luciano.
—Eso no me quedará —le dije lentamente y con bastante calma.
—No te lo has puesto.
Yo respiré profundo y le arranqué el vestido de la mano.
—¡Ok! Me lo probaré.
Fui a su baño y empecé a quitarme la ropa que llevaba puesta. Después me puse el vestido que no me iba a cerrar ni aunque me pusiera una faja.
—¡Lucifer!
Grité para que él entrara y viera que ese vestido no me quedaba. Él entró al baño y me miró de arriba abajo.
—Suma la panza.
Me ordenó. Yo hice lo que él me pidió y empezó a subir el cierre que estaba a un costado.
—Apuesto a que subir el cierre de este vestido es mucho mejor que todas esas horas que pasas en el gimnasio.
Me burlé de él, ya que estaba demasiado