Llegamos a una tienda de lujo. Al entrar, mis ojos se fueron a las hermosas prendas que estaban en exhibición. Caminé hacia una de color azul intenso; era una completa preciosidad.
—¿Te gusta este? —me preguntó Luciano.
Asentí con la cabeza. Él llamó a una dependienta. La chica, pulcramente vestida con su uniforme, llegó hasta nosotros. Ella me miró de pies a cabeza y después sus ojos se fueron a Luciano, que estaba vestido con una camisa de seda color azul rey. Ese color resaltaba aún más su atractivo; odiaba la idea de que Luciano fuera tan guapo.
—Estoy a sus órdenes, señor Lombardo —dijo ella con una clara proposición para otras cosas.
—Quiero este vestido en talla L —dije.
La chica volvió a mirarme y después forzó una sonrisa.
—No creo que tengamos uno en esa talla.
Luciano dio un suspiro de frustración.
—Yo creo que deben tener alguno. O muéstrame vestidos en esa talla.
La chica asintió y se fue a buscar los vestidos.
—Creo que le gustas a esa chica —comentó Luciano.
Me miró y de