Paula apretó el celular contra el oído, conteniendo la respiración. La voz de Rodrigo seguía al otro lado, áspera, cargada de reproches.
—¿Entonces piensas seguir escondiéndonos las cosas? —insistió él—. Porque lo del divorcio no es cualquier tontería, Paula. Papá se enteró por Augusto, ¡no por ti! ¿Te imaginas cómo se sintió?
—No era el momento —replicó ella con un hilo de voz, cansada—. Iba a contarlo cuando estuviera lista.
—¿Lista? —Rodrigo soltó una risa incrédula, casi amarga—. ¿Acaso crees que el mundo se va a detener a esperarte? Tú no eres la única a la que esto afecta.
Paula cerró los ojos, tragando saliva.
—Rori… es mi vida. Yo me voy a encargar. No quiero que nadie se meta.
Hubo un silencio tenso. Rodrigo respiró fuerte, como si se estuviera conteniendo.
—¿Sabes qué es lo peor? Que parece que tu vida se sostiene a base de caprichos. Primero te encaprichaste con casarte con Hyden, luego en que no supiera quién eras, ahora en divorciarte justo cuando estás em