Capítulo 58. Encontrándose con Sofía
Santiago miró a su hermana, a quien había extrañado durante todos esos años. Y miró que sus ojos estaban rojos y llenos de lágrimas.
En ese momento, no pensó en nada más. Solo la abrazó con fuerza, sin querer soltarla, mientras le decía que la perdonaba. Pero le advirtió: que si volvía a hacer algo como lo que había hecho antes, podía olvidarse de que tenía un hermano mayor.
Sofía, en aquel instante, le prometió que, desde ese momento, no iría a ningún lado sin su permiso.
Santiago comenzó a acariciarle la cabeza, como lo hacía cuando era una niña, y le dijo:
—Tonta… no me vuelvas a hacer lo que me hiciste.
Ella le tomó el dedo meñique y lo entrelazó con el de él, besando sus dedos unidos mientras, al mismo tiempo, se lo prometía.
Santiago, feliz de volver a estar con su hermana, la invitó a comer y se fueron abrazados.
Ya en el restaurante, Sofía vio a Felipe en una de las mesas junto a la ventana. Estaba con una mujer muy hermosa, hablaba animadamente y le sonreía con una expresión