Mariana miró su entrepierna y vio ese pene tan largo y grueso, que por un momento pensó cómo fue que todo eso le entró por completo.Luego, se relamió los labios con ganas de tenerlo en su boca y pensó que, con razón, le había dolido un poco al penetrarla, pero cómo se sentía tan llena que el dolor que había sentido se le disipó de inmediato, para darle paso a un placer intenso.Al instante en que él la vio pasar su lengua por los labios, su pene dio un brinquito, y en ese momento, ella aprovechó la oportunidad para cambiarse de posición y comenzar a comérsela como si de una paleta se tratase.Felipe, al darse cuenta, solo gemía de satisfacción y de la emoción que estaba sintiendo en aquel momento. Luego, le agarró por el cabello y comenzó a penetrarla con su boca; al principio fue muy lento, pero al ver que ella podía introducirlo casi por completo, sin tener arcadas, comenzó a penetrarle la boca con más fuerza.Luego, ella le cogió las bolas y las apretó muy suavemente. Él le agarró
Mariana miró la pantalla de su teléfono, vio la hora y se maldijo por dentro. Desde que se había separado, no había dormido tan profundamente. Estaba a punto de colgar cuando Cinthia le pidió que le diera la dirección para ir a recogerla.Ella le respondió que se la enviaría por mensaje, colgó de inmediato, abrió la aplicación y envió su ubicación. Luego miró hacia la cama y vio la espalda ancha y desnuda de Felipe, acostado boca abajo, con el rostro hacia adentro, sin poder verle la cara.Pensó en rodear la cama para mirarlo, pero se contuvo. Respetó la decisión que había tomado la noche anterior. Se dio la vuelta y empezó a recoger sus cosas, que estaban esparcidas por toda la habitación.Entró al baño, se lavó la cara, se enjuagó los dientes y buscó en su bolso una banda elástica para recogerse el cabello. Al no encontrar ninguna, se pasó las manos mojadas por el pelo y se lo recogió, haciéndose un moño improvisado.Se vistió lo más rápido que pudo y salió del baño. Volvió a mirar
Cinthia las interrumpió y miró a Vero como si estuviera viendo un fantasma, luego le dijo:—¿Es en serio que ni siquiera te lavaste los dientes? Además, puedo apostar a que debajo del abrigo todavía llevas la pijama, ¿cierto?Verónica, un poco asombrada, le preguntó:—¿Cómo lo supiste?Cinthia la miró con desagrado y respondió:—Solo hace falta verte la facha para imaginarme el resto.Luego, añadió:—Ve al baño, lávate la cara y enjuágate bien los dientes. Nosotras te esperamos aquí.—Está bien —dijo Vero, levantándose de donde estaba sentada. Pero antes de dar un paso, se volteó a mirarlas y les advirtió:—Ni una sola palabra sin mi presencia.—Te lo prometo —respondió Mariana, mientras hacía el gesto de cerrar la boca con una llave, aguantándose la risa al ver el aspecto de Vero.Después de que Vero se fue al baño, Mariana comentó:—No lo puedo creer... ¿Cómo se le ocurre salir así de su casa? Y dudo mucho que alguien la haya visto, porque sus padres no la habrían dejado ni asomarse
Felipe lo miró fijamente y preguntó:—¿Qué esperas para irte? Y quiero que me envíes el video de vigilancia desde la hora que llegamos anoche hasta el momento en que ella se fue hoy.—Sí, señor —respondió Plutarco, y salió casi corriendo de la habitación.De inmediato llamó a la sala de vigilancia para que tuvieran el video listo. Cuando llegó, el encargado le dijo:—Señor, aquí ya tenemos lo que nos pidió.—Muéstramelo —ordenó Plutarco.El encargado reprodujo el video de inmediato. Al ver que no se le podía distinguir el rostro a aquella chica, Plutarco comenzó a maldecir una y otra vez. No sabía si estaba maldiciendo a su jefe, o a la mujer que no le estaba poniendo las cosas fáciles para identificarla más rápido.Luego tomó su teléfono y dijo:—¿Me puedes enviar ese video al móvil, por favor?—Sí, señor —respondió el encargado.Plutarco, al salir de la sala, hizo una llamada a su secretaria para que lo esperara en su oficina. Al entrar, ella ya lo aguardaba, y sin perder tiempo, él
A un lado de la habitación, Lucas lo observaba con ojos sorprendidos. Nunca había visto a su jefe perder la compostura de esa manera. Lo que Lucas no sabía era que Mariana ya ocupaba no solo los pensamientos, sino también una parte del corazón de Felipe. Ese era el verdadero motivo detrás de su desesperación: para encontrar cualquier pista que lo ayudara a recordar a aquella mujer misteriosa.Plutarco, tras hablar por teléfono con la chica encargada del aseo, le pasó el móvil a su jefe.Felipe tomó el teléfono y, con voz firme, se presentó. Al otro lado de la línea, la joven, claramente nerviosa, apenas podía articular palabras; jamás imaginó que el mismísimo jefe supremo le llamaría personalmente.Luego de la breve presentación, Felipe fue directo al grano:—Quiero saber si encontraste unas bragas en mi habitación... y dónde las pusiste.La joven, al escucharlo, repasó mentalmente todo lo que había visto durante la limpieza, y recordó con claridad que sí: había unas bragas, rotas, en
Después de hablar de todo —de Mariana y también de las demás chicas—, Cinthia dijo:—Ya comimos, ya chismeamos... ahora es hora de dejar descansar a Mariana, que tuvo su primera noche como soltera. —Y le guiñó un ojo cuando dijo—. ¡Te damos oficialmente la bienvenida a la soltería! Además —miró a Vero y agregó—, una también necesita irse a dar una buena ducha.Mariana soltó una carcajada al escucharla. Cuando finalmente estuvo sola en su casa, los recuerdos de la noche anterior volvieron a su mente, arrancándole un leve sonrojo. Jamás imaginó que en una sola noche pudiera sentir tanto.Luego tomó su teléfono para revisar quién la estaba llamando. Al ver el nombre en la pantalla, su expresión cambió de inmediato y se tensó un poco. De forma instintiva, rechazó la llamada y soltó un suspiro pesado.Sin embargo, parecía que esa persona no estaba dispuesta a dejarla en paz. Dado que su teléfono volvió a sonar. Esta vez, Mariana apretó los labios con fuerza, contestó y dijo con voz cortant
Cuando Felipe logró reaccionar, las personas que habían pasado por donde él estaba ya se habían ido. De inmediato comenzó a mirar a todas partes, pero no pudo ver nada, así que le preguntó a Lucas si había visto a alguien pasar cerca de él.Lucas lo miró y le respondió que un grupo de personas había pasado, pero que ya habían entrado al restaurante.Felipe caminó rápido hacia la entrada, con la esperanza de volver a oler aquel perfume y encontrar a su mujer misterio. Pero justo cuando iba entrando, una chica que estaba en la puerta le preguntó:—Perdón, señor, ¿tiene alguna reservación?Lucas se adelantó y enseguida le respondió:—Sí.La chica volvió a preguntar:—¿A nombre de quién está la reservación?—A nombre del señor Felipe García —respondió Lucas.Ella de inmediato miró su pantalla, le sonrió amablemente y dijo:—Perdón, señor García. Síganme por aquí, por favor.Y los acompañó hasta su mesa.Cuando Felipe ya estaba adentro, miraba hacia todas partes para ver si podía ver a las
Camille se mostró sorprendida, porque imaginó cualquier otra cosa, menos que eso fuera lo que se le había perdido a su hermana. Solo de pensar en el dolor que Mariana debía estar sintiendo en ese momento, se estremeció. Para ellos, el último obsequio que su madre les había dejado era una forma de mantenerse siempre conectados con ella, y así poder calmar un poco su ausencia.Bruno era otro que siempre llevaba su reloj cuando tenía que firmar un contrato importante. Decía que, cada vez que lo usaba, le traía buena suerte, y ya lo había comprobado. Una vez iba a firmar un contrato millonario con una empresa japonesa, pero no se pudo concretar porque los japoneses pusieron trabas de último momento.En aquel entonces, su hermano recordó que, por haberse vestido a la carrera, se le había olvidado ponerse el reloj. Y ese día fue el primer contrato que perdió frente a la competencia, desde que su padre ya no estaba a cargo de la compañía.Camille en ese instante pensó que, si hubiera sido el