Capítulo 48. Ejército de engendros
El alfa Efrén, al pensar en eso, tuvo dos pensamientos a la vez. Uno era dejarla ir, y seguir con sus planes sin ella para despertar a su ejército, pues total, ya le había sacado suficiente sangre cuando ella estaba inconsciente para hacer esto, y podía arriesgarse a despertarlos pensando que, como ella no sabía de eso, no se atrevería a envenenar su sangre.
La otra idea, y la más tentadora, era dejarla con ellos y aprovechar todo su talento a su favor.
Se quedó callado un rato, muy pensativo, tratando que hacer. Pasaba su mano por la nuca, un hábito que tenía cuando pensaba más de la cuenta. Pero al imaginar que, si se quedaba con ella, aquella criatura podría usar su poder de mando para hacerlo obedecer en todo lo que quisiera, así que se dijo ni pensarlo, pues la sola idea le parecía aterradora. Estaba a punto de dejarla ir, pues él era un lobo nacido para dar órdenes, no para recibirlas, cuando de pronto escuchó por su enlace mental que la manada divina los estaba atacando con tod