Capítulo 144. De vuelta al hogar.

Maximiliano Delacroix

El sonido del papel al ser firmado fue lo más parecido a un alivio.

—El señor Delacroix puede irse a casa —dijo el médico, con una sonrisa profesional.

Esa frase me atravesó el cuerpo como un bálsamo.

Por primera vez desde que desperté, sentí que el aire del hospital no era un castigo, sino una despedida.

Amy levantó la cabeza y me miró. Tenía los ojos húmedos, el cabello suelto, un mechón cayéndole sobre la mejilla. Me bastó esa mirada para entenderlo todo: el miedo, el cansancio, el amor.

Fui un tonto al creer lo contrario, y me producía una absoluta felicidad ver brillando sus ojitos por mí.

El médico repasó los informes con voz calmada.

—Nada de esfuerzos, ni de trabajo intenso durante unos días. Coma bien, duerma y escuche a su esposa —añadió con una sonrisa—. Ella parece tener más sentido común que usted.

Amy asintió, victoriosa.

—Eso lo firmo sin objeciones.

Yo solté una pequeña risa.

—Sí, doctor, lo tomaré en cuenta —agregué con una sonrisa.

La tensión se
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