Tal y como lo prometió, Mark se había mantenido alejado de mí en las semanas que siguieron.
Me saludaba cordialmente con un buenos días o buenas tardes, pero más allá no ocurría nada.
Se habían acabado las incursiones a mi oficina en pleno horario laboral buscando algún toqueteo, las miradas cargadas de promesas, los sensuales y húmedos besos robados en algún pasillo, ascensor o auto.
Y por supuesto, la insistencia de su parte en querer hacer