Andrea y Vicente llevaron a Lina a un restaurante occidental.
Pidieron un menú infantil para Lina, y un bistec para cada uno de ellos.
Después de un día tan activo, los tres estaban hambrientos y comieron con mucho apetito.
Sin duda, la dopamina generada por el ejercicio los hacía sentir muy bien, y Andrea sentía su cuerpo mucho más ligero.
—¿Lina se divirtió hoy? —preguntó Andrea, quien no podía evitar encariñarse con la niña.
Lina asintió: —¡Por supuesto! ¡Ha sido el día deportivo más divertido de todos! Pero... Lina tiene una pregunta.
Vicente y Andrea la miraron mientras la pequeña entrecerraba los ojos con expresión astuta.
—¿Mamá Andrea es la novia de papá guapo?
Al escuchar esto, Vicente casi escupe el vino que acababa de beber, y Andrea casi deja caer el cuchillo con el que cortaba su bistec.
Quien diga que los niños no entienden nada se equivoca; a veces, con su inocencia, hacen preguntas realmente explosivas.
Andrea, algo incómoda, dejó los cubiertos y estaba a punto de expli