La conversación llegó a ese punto y ya no sabían cómo continuarla. Después de unos segundos más de ambiente incómodo, Diana levantó la mirada hacia Andrea y se rio.
—Andrea, ¿qué tal si después de desayunar te llevo de compras? Compramos ropa nueva, ya que vas a ser abogada tienes que arreglarte bien.
Andrea negó con la cabeza: —Tengo suficiente ropa, cuando empecé a trabajar compré varios conjuntos, no hay que desperdiciar. Voy a ser abogada, no florero.
Al ser rechazada, Diana dudó por un momento y agregó:
—Entonces, como no tenemos nada que hacer, ¿qué tal si vamos todos al cine? Vi que se estrenaron unas comedias que se ven interesantes.
Diana normalmente no era aficionada al cine. Además, a su edad, estar sentada en el cine por horas sería muy cansado.
Notando que algo extraño pasaba con Diana, Andrea dejó los cubiertos y la miró.
—Mamá, ¿qué te pasa hoy?
Diana se quedó atónita, su rostro lleno de nerviosismo. Viendo que estaba a punto de delatarse, Tomás rápidamente intervino.
—A