Julieta negó con la cabeza, adoptando una actitud frágil: — Es culpa de mi débil cuerpo.
Suspirando, añadió: — Miguel, ¿soy una carga para ti?
Sus ojos se humedecieron: — Hace años tuve que dejarte por mi enfermedad, causándote tanto sufrimiento durante todo este tiempo. Ahora que finalmente he regresado a tu lado, solo te traigo problemas y hago que la gente hable mal de ti. No me importa lo que me pase a mí; si puedo estar contigo, soportaré cualquier dificultad. Pero no quiero que tú también seas objeto de críticas.
Miguel negó rápidamente con la cabeza, acariciando suavemente su cabello.
— No pienses así. Nada de esto es tu culpa.
Julieta lo abrazó impulsivamente: — No quiero hacerte daño, pero mi cuerpo está viviendo día a día sin saber si habrá un mañana. Esta vez solo quiero ser un poco egoísta, pasar el tiempo limitado que me queda a tu lado. Aunque nadie lo entienda, quiero luchar por esto. Miguel, ¿comprendes?
Al verla así, Miguel se conmovió.
La estrechó entre sus brazos: —