Andrea asintió y, después de despedirse de Mariana, se marchó en un taxi.
Apenas llegó a las oficinas de Miguel y bajó del coche, alguien le dio un golpecito en el hombro por detrás.
Andrea se sobresaltó y, al volverse, descubrió que era ¡Luciana!
—¿Tú? ¿Qué haces aquí?
Luciana, como trabajaba en el bar por las noches, solía dormir durante el día para recuperarse y normalmente se levantaba tarde.
Llevaba mascarilla y gorra, completamente equipada. Miró a su alrededor y, como si fuera una ladrona, arrastró a Andrea hacia su coche.
Hoy Luciana no conducía su llamativo descapotable rojo, sino un pequeño sedán negro que no llamaba mucho la atención.
—¿Te has comprado un coche nuevo?
No parecía su estilo en absoluto.
Luciana se quitó la mascarilla y, con las manos en la cintura, la miró con cierto enfado.
—¿Qué coche nuevo ni qué nada? Es un sedán que alquilé especialmente para ayudarte a atrapar a ese infiel. ¡Este tipo de coche discreto es perfecto para seguir a alguien!
Andrea se sorpren