—Juanito está creciendo y mi madre cada vez es más mayor, no puede seguir ayudándonos a cuidar al niño para siempre. Planeo traer a Juanito a vivir con nosotros el próximo año.
Andrea seguía sin decir nada.
Miguel, irritado por su actitud, preguntó:
—¿Acaso estás escuchando lo que digo?
Andrea continuó en silencio, terminó rápidamente su último bocado, dejó los cubiertos y se levantó.
—Estoy cansada, voy a descansar.
Dicho esto, ignoró a padre e hijo y subió directamente las escaleras.
Miguel, furioso, arrojó los cubiertos sobre la mesa. Juan, siendo un niño, notó que el ambiente entre los dos no era bueno y también se puso nervioso.
—Papá, quiero volver a casa de la abuela esta noche.
Miguel, con el rostro frío:
—No puedes. Te quedarás en casa estos días.
No podía creer que Andrea pudiera mantenerse firme al ver al niño.
Aunque Juan no quería quedarse, no tenía otra opción y agachó la cabeza en silencio, resignado.
Miguel miró el lugar donde Andrea había estado sentada, apretando los