Pero hoy, sentada en el asiento del copiloto, no sintió la menor perturbación en su interior.
Media hora después, el coche se detuvo frente a la que había sido su casa. Andrea se bajó sin esperar a Miguel y entró mecánicamente en la mansión.
Nunca pensó que volvería a este lugar que la había atormentado durante tantos años.
Mariana acababa de terminar de preparar la cena y, al ver entrar a Andrea, la recibió con una sonrisa radiante.
—¡Señora! ¡Por fin ha vuelto! Hoy el señor me llamó para que preparara más comida, todas sus cosas favoritas. Imaginé que volvería, ¡y no me equivoqué!
Andrea le sonrió a Mariana.
Para ser sincera, sentía un profundo cariño por ella.
Por un lado, porque Mariana era muy dedicada en su trabajo, y por otro... en todos estos años, había pasado más tiempo con Mariana que con Miguel.
Mariana se emocionó tanto que sus ojos se humedecieron:
—Señora, ¿cómo le ha ido viviendo fuera? La veo más delgada.
En realidad, Andrea había estado bien. Había adelgazado porque s