Capítulo 30: Convivencia

Los primeros días fueron incómodos.

Pero conforme pasaron los días, Helena se sintió bastante distinta al compartir, en el apartamento, todas las comidas con Russell.

Los platillos fueron del mismo nivel que se sirvieron en la mansión, pero al comer, bajo la mirada oscura como la obsidiana, de él, fue bastante íntimo.

Luego de la comida, pasó el resto del día encerrada en la habitación, no fue sofocante, pero le fue bastante aburrido.

Y por las noches…

Helena levantó la vista de su plato, y Russell le dio una mirada casual por unos segundos.

A Helena se le vinieron a la mente los sueños recurrentes en los que su íncubo la visitó. Pero a diferencia de lo que ocurrió en el hospital, él solo la abrazó y durmió cálidamente con ella.

Recordó las caricias en su espalda, los masajes con aquellas manos en su nuca y hombros.

Automáticamente, Helena buscó con la mirada las manos de Russell. Gruesas y ásperas, que sostuvieron los cubiertos con descuido.

Aquel ser que tenía la misma fragancia de
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