Ese macho se quedó inmóvil por unos segundos, ante el pedido de su hembra. —¿Tan caliente estás, Luna? ¿No habías dicho que no querías que te lo haga?, quizá termine preñándote —soltó él en tono burlón—. A mí no me molestaría. Puedes darme cinco o diez cachorritos más, si quieres. Pero, ¿es por tu amante, no? —¡Por la diosa! ¡¿Ya vas a empezar con eso?! —gruñó ella. Desviando su mirada, no quería aceptarlo, el hecho de que su cuerpo ya estaba ardiendo de deseo, que necesitaba sentirlo a él, dentro de ella. Recordaba cómo la tocaba, y se sentía avergonzada por ceder tan fácil con un imbécil como Alfa Zefor. "¡M@ldita sea! ¡Ni siquiera estoy en mi periodo de celo!, está muy lejos como para que esté tan excitada y…" Los pensamientos de Luna Adalet se detuvieron cuando una posibilidad, cruzó por su cabeza. —¿Quién es tu amante, Zefor? ¿Sigue viva? ¿Es esa loba que me atacó antes, Renna? —preguntó Adalet, fríamente. Zefor la ignoró, como si no tuviera tiempo para respo
Alfa Zefor soltó una de las muñecas de su esposa, ahora agarrándolas ambas con una sola de sus grandes y fuertes manos, por encima de la cabeza de la hembra. Con su mano libre, ese Rey Alfa tomó la mandíbula de Adalet, obligándola a verlo, sus rostros a mínima distancia. —Luna. Tienes agallas, decirle a tu marido que pensarás en otro lobo, mientras te toma —soltó él, su expresión era gélida, pero su tono no parecía uno cargado de furia, no… Era más uno lleno de… ¿Diversión?—. Oh Luna~ ¿Qué haría ese macho si te viera en estos momentos? —la mano de Zefor comenzó a bajar lentamente de la mandíbula de la hembra rubia hacia su cuello… Un roce casi electrizante, y no se detuvo ahí, continuó bajando en una caricia tan lenta y tortuosa por su clavícula, causando a la hembra un escalofríos. —Solo cógeme y luego déjame ir, maldito… —gruñó ella entre dientes, furiosa, oh… Pero su furia no venía por lo que ese macho le estaba haciendo. Era con ella misma, se maldecía, porque… ¡Su cuerpo l
✧✧✧ Esa noche en la manada "Susurros Nocturnos". ✧✧✧ La luz plateada de la luna se filtraba por las copas de los altos y enormes árboles frondosos, iluminando el sendero de tierra en medio, que llevaba hasta los manantiales. Las plantas y los arbustos que rodeaban el territorio de dichos manantiales, llegaban a una altura superior al metro, dando un ambiente íntimo; el silencio de la noche era interrumpido por el cantar de los animalillos nocturnos, y la oscuridad del lugar, opacada por las antorchas en puntos estratégicos. Alfa Malcon se encontraba desnudo, sumergido en las cálidas y cristalinas aguas. Sentado en la orilla, su dorso estaba expuesto, mostrando la larga cicatriz que le quedó tras su combate contra Zefor. Ese lobo sostenía una copa en su mano, cuyo licor probaba lentamente saboreando los frutos rojos. Entonces… Escuchó unos pasos provenientes del sendero. En la distancia, los hombres lobos que hacían guardia en el baño relajante del Alfa. Se giraron, para enco
✧✧✧ Mientras tanto. En la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ En la amplia habitación de Luna Adalet. Los médicos preparaban su medicina, la hembra se encontraba sentada en la cama, usando un camisón largo y blanco de mangas largas. —Tiene que tomarlo todo. En caso de sentir un pequeño dolor o somnolencia, ignore, son síntomas secundarios que se irán rápido y… —¡AL CARAJO, ZEFOR! —rugió Adalet, volviendo a ver hacia el marco de la puerta. Ahí de pie, Alfa Zefor se encontraba recostando su espalda, al espaldar de la puerta. Ese macho con su cabellera húmeda y sus ropas limpias, una clara muestra de que recién se había aseado en su habitación—. ¡No tomaré cualquier cosa que me den! ¡Podría ser una extraña droga! ¡Podrías quererme muerta! ¡O tal vez es para mantenerme controlada, como estos brazaletes que…! —¿Qué nombre te gustaría? —preguntó ese macho Alfa, fríamente. —¿Eh? ¿Nombre? —replicó Adalet, confundida. —Sí. Para nuestro siguiente cachorro~ —soltó él con un ligero tono b
—¡¡AAAAHHH!! ¡ALÉJATE DE MÍ! El grito desgarrador de la mujer resonó en la húmeda y oscura habitación de piedra, un lugar sombrío donde las paredes estaban cubiertas de musgo y polvo. Las ventanas, en un triste estado de abandono, permitían que una luz intensa y anaranjada se filtrara… una luz proveniente del… ¡FUEGO! Esa noche, el caos reinaba en el exterior del viejo edificio, un lugar solitario en medio del denso bosque. Las llamas lo consumían con voracidad, mientras el aire estaba impregnado de un olor a ceniza y destrucción. Frente a ella, una bestia imponente se erguía, un enorme lobo cuyo pelaje dorado estaba manchado de un rojo intenso, que por supuesto… ¡ERA SANGRE! Misma sangre que goteaba de su hocico y caía de sus colmillos afilados. Era evidente que este monstruo había estado involucrado en algo horrendo, en una cacería que había dejado huellas de muerte a su paso. La hembra, atrapada en un estado de pánico, se lanzó de la camilla de piedra donde habí
Los pasos de sus botas resonaban en el largo y amplio pasillo de la mansión. Las largas ventanas a un costado permitían que se filtrara la luz de la luna. Con porte majestuoso y su afilada mirada dorada fija en el frente, ese alto y poderoso Alfa cargaba a la hembra inconsciente envuelta por una capucha negra. Alfa Zefor detuvo sus pasos. De inmediato, uno de sus hombres lobos abrió la puerta para él. Cuando ingresó a la habitación, varios médicos ya estaban esperando; él colocó en la cama a la hembra híbrida, Adalet. —Examinen a esta hembra. Quiero saber su estado de salud, físico y mental. Todo —ordenó el Rey Alfa. Sin dar siquiera una oportunidad de preguntas, se giró dispuesto a irse de la habitación, pero fue cuando escuchó unos pasos apresurados acompañados de gritos llenos de urgencia. —¡ALFAAA! ¡REY ALFA! —gritaba uno de los guardianes, casi sin aire, se detuvo bajo el marco, haciendo una leve y rápida reverencia—. ¡Su hijo, Alfa! ¡Ryder ha muerto! Alfa Zefor se quedó
La primera noche de luna llena del nuevo mes iluminaba el templo sagrado de la manada "Garra Dorada". La decoración en tonos blancos y dorados era magnífica, digna de la ceremonia de bodas del Rey Alfa. Pero no había alegría en los rostros de la manada. Se notaba el descontento, la obligación de presenciar algo que consideraban un insulto. El Rey Alfa no se casaría con su verdadera mate, con su Luna destinada. En su lugar, era solo un experimento para ver si podía obtener crías de mejor estirpe, con una híbrida desconocida, peligrosa y amnésica, que encontró en uno de sus viajes. Tan majestuoso, poderoso y atractivo como siempre, el Alfa se erguía en la tarima de piedra más alta del templo, vistiendo elegantes ropas doradas y blancas, bañado por la luz de las antorchas y la luna como testigo. —La novia se acerca… —murmuró una de las hembras de la manada, con una expresión de desdén. Las miradas afiladas y amenazantes de los lobos rubios, con sus características de sangre pur
Embarazada. Un cachorro en su vientre… Una vida en desarrollo… Un recordatorio de esas noches dolorosas en las que el Alfa, la tomaba una y otra vez contra su voluntad, dejándola exhausta y sin aliento. No sintió alegría. Estaba llena de confusión y miedo. Sus manos temblorosas se posaron en su vientre, y negó lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar su realidad. —No… No, no… —murmuraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas, su voz quebrándose con cada repetición. El Alfa se acercó a su "falsa Luna", y, sentándose en el borde de la cama, sacó unas llaves que colgaban de una cadena alrededor de su cuello. Abrió los grilletes que mantenían las muñecas de Adalet atrapadas. —Ni se te ocurra intentar huir, porque te castigaré, Luna. Te quedarás aquí, y vivirás en paz hasta que des a luz. Si la cría es fuerte, vivirá; si no lo es, morirá sola, y eso significará que tú tampoco sirves —soltó con frialdad, Alfa Zefor—. Entonces me desharé de ti. Así que ruega a la diosa