La primera noche de luna llena del nuevo mes iluminaba el templo sagrado de la manada "Garra Dorada".
La decoración en tonos blancos y dorados era magnífica, digna de la ceremonia de bodas del Rey Alfa. Pero no había alegría en los rostros de la manada. Se notaba el descontento, la obligación de presenciar algo que consideraban un insulto. El Rey Alfa no se casaría con su verdadera mate, con su Luna destinada. En su lugar, era solo un experimento para ver si podía obtener crías de mejor estirpe, con una híbrida desconocida, peligrosa y amnésica, que encontró en uno de sus viajes. Tan majestuoso, poderoso y atractivo como siempre, el Alfa se erguía en la tarima de piedra más alta del templo, vistiendo elegantes ropas doradas y blancas, bañado por la luz de las antorchas y la luna como testigo. —La novia se acerca… —murmuró una de las hembras de la manada, con una expresión de desdén. Las miradas afiladas y amenazantes de los lobos rubios, con sus características de sangre pura, se centraban en ella. Adalet avanzaba torpemente por el sendero de piedra, escoltada por cuatro machos. Cada uno sostenía una de las cadenas que la mantenían atada, con grilletes en muñecas y tobillos. ¡Una novia encadenada! Mientras caminaba, sentía las miradas crueles de los lobos a los lados del sendero. Tragó saliva, nerviosa, y comenzó a subir los escalones. —Apúrate. No hagas esperar a nuestro Rey Alfa —gruñó uno de los lobos, tirando de la cadena. No fue con mucha fuerza, pero sí lo suficiente para que ella tropezara. —¡AAH! —gritó la hembra, cayendo de rodillas y aferrándose a los escalones de piedra para no irse rodando. ¡UNA HUMILLACIÓN COMPLETA! "¡Maldición! ¡¿Cómo puedo escapar de aquí?! ¿Es mi destino pasar de una prisión a otra, diosa?" Pensó la hembra, levantándose lentamente. Algunos se sorprendieron, otros rieron disimuladamente. El Alfa Zefor miró con frialdad, helando la sangre de todos. Un silencio sepulcral reinó y todos agacharon la cabeza. Una vez que Adalet estuvo frente al Alfa, la ceremonia continuó. Pactaron una unión sagrada, uniendo sus vidas con anillos dorados. …………. Más tarde, esa noche. En la habitación del Alfa, Luna Adalet esperaba. Las omegas que entraron previamente la despojaron de su vestido y le pusieron solo una bata de tul, que dejaba al descubierto su pálido tono de piel y sus intimidades. —Toma esto —le dijo una omega—. Te ayudará a no sentir el dolor. —¿Do… Dolor…? —preguntó Adalet, titubeante, con el corazón latiendo aceleradamente. —Eres virgen, y el Rey Alfa no tendrá piedad contigo. Tiene que preñarte pronto. Tómalo, me lo agradecerás —dijo la hembra, colocando el frasco entre las manos temblorosas de Adalet. —¡NO! —rugió Adalet. ¡CRACK! El sonido del frasco estrellándose contra el suelo resonó en la habitación, haciéndose añicos y esparciendo el líquido. Justo en ese momento… ¡Clank! Las puertas se abrieron de par en par, revelando la figura del hombre lobo, luciendo solo su bata de seda negra y un pantalón del mismo material, con los pectorales y el abdomen al descubierto. Su cabello oscuro, húmedo y ligeramente desordenado, desprendía una fragancia fresca y embriagadora, como si hubiera salido de un baño. Esa esencia se mezclaba con sus poderosas feromonas provocando que todas las mujeres en la habitación se sintieran ruborizadas. —¡Salgan! —ordenó de inmediato el Alfa, con una voz autoritaria. Sus ojos se posaron en un frasco roto y en Adalet, que lloraba, asustada y confusa, sintiéndose completamente vulnerable. El Rey Alfa extendió su mano hacia una de las mujeres presentes. —Dame otro. Yo se lo daré. Una sirvienta omega obedeció al instante, le entregó el frasco y salió apresuradamente, junto a las demás. —¡NI SE TE OCURRA! —gritó Adalet, retrocediendo con rapidez hasta una ventana. En un impulso de desesperación y coraje, agarró un jarrón cercano y… ¡CRACK! ¡ROMPIÓ LA VENTANA! Intentó lanzarse, pero en un abrir y cerrar de ojos, el Alfa apareció detrás de ella, deteniéndola por la cintura. Se inclinó y susurró a su oído con un tono frío: —No, Luna. Nunca escaparás de mis garras. —¡No! ¡Suéltame, maldito! —Adalet forcejeaba, su mirada fija en la luna llena a través del cristal roto, llena de desesperación. "¿Por qué, diosa? ¿Por qué tengo que sufrir sin fin? ¿Por qué mi tormento nunca termina? ¡No quiero esto! ¡Odio vivir así!" Pensaba, mientras el Rey Alfa abría el frasco y la forzaba a tragar cada gota del afrodisíaco. —¡AH! —gritó Adalet cuando él la levantó en brazos y… ¡Pof! ¡La lanzó contra la cama! Su cuerpo se movió ligeramente por el impacto del colchón. Antes de que pudiera reaccionar, él desgarró con fuerza la tela de su bata. Las lágrimas comenzaron a salir. —¡Déjame, maldito! ¡Eres una bestia desalmada! —gritó, sumida en la desesperación, golpeando inútilmente al Alfa a puños cerrados, aunque ya sabía, eso no lo lastimaba en lo absoluto. —Míralo como un trabajo, Luna —se inclinó Zefor, sus manos apenas a centímetros de las de Adalet, su mirada fija en ella, provocándole un escalofrío—. El dolor desaparecerá y solo quedará un placer que jamás has conocido. Justo después de esas palabras, él la besó. Un beso feroz y profundo, que la dejó sin aliento, mientras sin pudor separaba sus piernas… Dispuesto a consumar su unión, en una noche que sería todo… Menos romántica. …………….. Unos días más tarde. Adalet se encontraba sentada en la cama dentro de la habitación del Alfa. Había pasado días en ese lugar, donde él solo la buscaba con intenciones reproductivas, tratándola como un mero objeto sexual. Lo había intentado. Día tras día, trataba de conectar con su loba, Lala… Pero no había tenido éxito. ¿Qué estaba mal? ¿Por qué tenía amnesia? Desde que despertó en un laboratorio en llamas, con el lobo del Alfa Zefor frente a ella, no recordaba nada de su pasado. Tenía pesadillas. Horribles pesadillas de un dolor asfixiante, encadenada en una camilla de piedra llena de símbolos extraños y magia púrpura a su alrededor. Pero eso era todo. «¡Lala! ¡Lala, por favor… responde…!» Adalet intentó una vez más, en vano. Sus manos encadenadas se aferraban con fuerza a las sábanas. Las puertas se abrieron y los médicos de la manada ingresaron. Comenzaban un exhaustivo chequeo. —Lo haremos cada semana a partir de hoy —dijo uno de los médicos con desdén—. Hasta comprobar que… —se detuvo y comenzó a examinarla con más atención—. Llama al Alfa. —¿Qué pasa? —preguntó Luna Adalet. El médico la ignoró, considerando que ni siquiera valía la pena dirigirse a ella. Minutos después, entró Alfa Zefor. —Habla, Klaus —ordenó Zefor. —Ella… La loba híbrida es… —LUNA —recalcó Zefor, insistiendo en que la llamara por su título, a pesar del odio y asco que le tenían todos. El médico asintió nerviosamente. —Mis disculpas, Alfa. Quería decirle que Luna lo ha conseguido. Está embarazada. Adalet se sorprendió enormemente, sus ojos verdes esmeralda se abrieron en estado de shock.Embarazada. Un cachorro en su vientre… Una vida en desarrollo… Un recordatorio de esas noches dolorosas en las que el Alfa, la tomaba una y otra vez contra su voluntad, dejándola exhausta y sin aliento. No sintió alegría. Estaba llena de confusión y miedo. Sus manos temblorosas se posaron en su vientre, y negó lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar su realidad. —No… No, no… —murmuraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas, su voz quebrándose con cada repetición. El Alfa se acercó a su "falsa Luna", y, sentándose en el borde de la cama, sacó unas llaves que colgaban de una cadena alrededor de su cuello. Abrió los grilletes que mantenían las muñecas de Adalet atrapadas. —Ni se te ocurra intentar huir, porque te castigaré, Luna. Te quedarás aquí, y vivirás en paz hasta que des a luz. Si la cría es fuerte, vivirá; si no lo es, morirá sola, y eso significará que tú tampoco sirves —soltó con frialdad, Alfa Zefor—. Entonces me desharé de ti. Así que ruega a la diosa
¡CLANK! Las puertas del gran salón se abrieron de par en par, dejando entrar un aire frío y tenso. El Alfa caminó con paso firme hacia la mesa ovalada del salón del consejo, cuyas luces de las farolas de pared iluminaban esa oscura noche. Con un gesto, dejó caer sus manos sobre la mesa. ¡PUM! El golpe resonó en la sala, causando que los objetos sobre la mesa temblaran. Las expresiones de los hombres lobos del consejo se tornaron frías, todos clavaron sus miradas en el Rey Alfa Zefor. Ese macho, con su mirada dorada y afilada, los observaba con una determinación implacable, y comenzó a hablar de manera directa: —Buscaré a mi ex-Beta, Korina. La sorpresa invadió al consejo. —¿La ex-Beta? ¿Esa maldita traidora? —¡No, Alfa! ¡No puede traerla de regreso! —exclamó uno de los lobos más viejos del consejo, sintiéndose indignado. —Nunca dije que la "traería", dije: "buscaré" —aclaró Zefor, enderezándose y cepillando hacia atrás su cabello oscuro con una mano. Su voz era clara
Susurros Nocturnos. Una manada creada por un lobo guerrero, desterrado hace dos décadas, y que ahora disfrutaba de prosperidad en el sur del territorio de los hombres lobo. Dentro de la mansión, los pasos de la hembra embarazada resonaban por los pasillos hasta que finalmente se detuvo y abrió la puerta. "Ya han pasado dos semanas desde que desperté en los territorios de Susurros Nocturnos". Pensó la loba que había sido una vez la falsa Luna de otra manada. —Buen día, Luna Nerina —dijo Adalet, sonriendo. Nerina, la hembra que era la Luna en la manada. Una loba de cabello oscuro y corto, con ojos avellana, vestía de manera sencilla, parecía alguien común… y, desafortunadamente, era una Omega estéril. —Desde que despertaste, has estado cuidándome durante dos semanas, Adi… No es bueno, pasaste una semana inconsciente —la voz de Luna Nerina era suave mientras yacía en la cama de la elegante habitación. Su rostro pálido mostraba la sombra de la enfermedad, la muerte acechan
✧✧✧ Horas más tarde. ✧✧✧ Los relámpagos iluminaban el cielo. La lluvia caía con fuerza, el exterior frío y azotado por la tormenta mientras la noche se cernía sobre la manada "Susurros Nocturnos". Dentro, el crepitar de la chimenea apenas podía competir con los gritos de Adalet, quien estaba en manos de la partera de la manada. —¡¡¡AAAAAHHHH!!! ¡¡DIOSA, DUELE!! —Adalet apretaba los dientes, sus manos aferradas a las sábanas, las piernas abiertas, y manchas de sangre en la cama, mientras la partera, una loba experta, la animaba. —Vamos, niña. Lo haces bien, aquí viene el primer cachorro, sigue pujando, Adi. El sudor empapaba su cuerpo, se sentía débil, las lágrimas de miedo y tristeza inundaban su rostro. Pujó con todas sus fuerzas… Hasta que los dos cachorros nacieron. —¡WHAAAAA! —el llanto unísono de los bebés resonó en la habitación. —Son dos, tal como se esperaba, Adi. Dos hermosos machos gemelos —sonrió la partera, mientras envolvía en suaves mantas a los bebés, ayudada p
«Algo anda mal. Muy mal…», habló Zefor con su lobo, Zik. «Si quieres mi opinión. Sabemos la razón… Esa de cuando un heredero al don va perdiendo su poder divino… El nacimiento de uno de rango más puro.», las palabras de su lobo fueron directas. ¡Alfa Zefor, palideció! De inmediato, de un salto, bajó de las graderías y comenzó a caminar a la salida. —Beta, ven conmigo. —¡Sí, mi Alfa! —lo siguió Woren, confundido. ……………. ✧✧✧ Minutos más tarde. Esa misma noche en el cementerio de la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ La lluvia caía levemente, comenzando a escanpar, pero se respiraba un aire helado, el Rey Alfa con su capa de piel cubriéndolo, ingresó al cementerio y se dirigió a la bodega. Tomando una pala, la lanzó hacia Woren. —¿Qué…? —Woren alzó sus cejas con sorpresa y confusión. —Sígueme —dijo Zefor, hasta la tumba que sabía… Era de su única Luna tomada en toda su vida, aunque "falsa", suya—. Comienza a cavar, desentierra su cadáver, tengo que verlo con mis pro
—¡NO TE RINDAS! —exclamó Adalet, su mirada llena de un valor que ni siquiera sabía que poseía—. ¡Déjame ayudarte!, seré tu nueva Luna, aunque sea falsa por… ¡AAAAH! —gritó Adalet, cuando ese macho se liberó de su agarre y su mano se posó en su cuello. ¡PUUUM! Un fuerte golpe se produjo, cuando la espalda de la hembra chocó contra uno de los muros del pasillo. —¡¿QUIÉN TE CREES PARA HABLAR ASÍ?! —gritó Alfa Malcon—. ¡MI LUNA MURIÓ! ¡¿TIENES LA PUTA IDEA DE LO QUE SIENTO?! ¡NOO! —él se inclinó, su voz temblorosa, sus ojos llorosos, su expresión llena de una mezcla entre la furia y el dolor—. No eres una loba marcada, a pesar de que llevabas en tu dedo un anillo matrimonial cuando te encontraron. Tu esposo, el padre de esos gemelos, seguro no es tu mate, ¿cómo podrías entenderme?, y tras de eso… Me propones algo tan ofensivo. La mano de Malcon se alejó del cuello de Adalet, limpió rápidamente sus lágrimas y se marchó a pasos rápidos. Adalet se quedó con la espalda contra la p
Sobre la enorme colina, desde donde se podía ver el pueblo de Susurros Nocturnos. Las copas de los árboles se mecían ante el viento nocturno. La alta, imponente y poderosa figura de ese macho se erguía en la oscuridad, su capa gruesa meciéndose con el viento, mismo que alborotaba algunos de sus mechones. Sus ojos permanecían cerrados, una absoluta concentración lo invadía, hasta que finalmente… Los abrió lentamente, con ese tono dorado tan brillante y cautivante. —Te encontré, Luna… —susurró para sí mismo, activando su don, esa ligera y hermosa aura dorada que lo cubría, protegía y lo hacía casi invencible. El Rey Alfa Zefor, hizo un sutil gesto con su mano, y… Todos los enormes lobos guerreros tras de él, avanzaron hacia el pueblo a grandes zancadas, soltando un rugido feroz. …………………… Tap~ tap~ Los pasos apresurados de un hombre-lobo por el pasillo resonaban. Empujando las puertas ingresó a la oficina del Alfa. —¡¡ALFA!! ¡ENEMIGOS! —gritó el hombre-lobo recuperando el
Minutos después. En las afueras del pueblo de Susurros Nocturnos. Se alzaba la enorme carpa, en el interior, cientos de lobos de todas las edades… ¡Heridos! Los llantos, las quejas, los gritos de dolor resonaban en el espacio; sobre las camillas de manera, con sábanas manchadas de sangre, los lobos sanadores de la manada se apresuraban a atender. Un brillo púrpura resplandecía sobre la pierna rota de una cachorra de unos ocho años, que fue herida al caerle un bloque de piedra en los derrumbes. La niña lloraba aferrada a las sábanas, Adalet sentía el sudor deslizándose por su cansado cuerpo. Esa hembra rubia había perdido mucha energía, su magia tenía un límite por más que la dominara, era una híbrida no con poder ilimitado. —Debería descansar, Luna… —le respondió uno de los hombres-lobos sanadores. Adalet asintió, y salió de la carpa, en las afueras, algunos guerreros vigilando que no se acerque el enemigo. La hembra levantó su mirada, sus ojos verdes puestos en la he