—Necesito ver al abogado —exigí, con la voz cargada de urgencia.

—Ya le hemos dicho que el magistrado está en una reunión y usted no tiene una cita —intervino la secretaria, sin levantar del todo la vista, observándome apenas por encima de sus gruesos espejuelos de montura metálica.

—¡Esto es una emergencia! ¡Tienen que dejarme pasar ahora! —grité, avanzando un paso, el pecho agitado.

El guardia alzó la mano para detenerme, pero justo en ese instante la puerta detrás de él se abrió con fuerza, haciendo que todos se sobresaltaran.

Lyanna apareció al otro lado, luciendo una sonrisa triunfal que me heló la sangre. Caminó hacia la salida como si acabara de ganar una batalla. Detrás de ella, Kael. Apenas me miró, pero su presencia bastó para que mi corazón comenzara a latir con violencia. Pasó a mi lado sin decir palabra, y sentí cómo una punzada me atravesaba el pecho.

—Nos vemos, Isela —chilló Lyanna desde la entrada, disfrutando cada sílaba como una burla envenenada.

El abogado apareci