Alex
Nunca me han gustado las despedidas.
No me considero un hombre sentimental, pero las despedidas y yo tenemos un historial bastante amargo, por eso cuando Evelyn se aferró a mi, mi Luna, a la que ahora le debo lealtad y me susurro que me mantuviera con vida, todos los recuerdos del pasado, esos en dónde mi padre yacía moribundo y me decía casi esas mismas palabras, regresaron a mi mente.
No puedo distraerme, me digo sacudiendo la cabeza, si en verdad quiero mantenerme con vida debo estar al cien en esta misión.
El olor es lo primero que me golpea al cruzar la frontera: un aire denso, casi metálico, como si el bosque respirara veneno. Mi antigua casa… ahora convertida en un campo minado de hipnosis y traición.
Camino con paso firme. Sin armas. Sin resistencia. Tratando de interpretar lo mejor posible el papel que me corresponde.
Mis manos a los costados, la cabeza ligeramente baja, pero mis sentidos, afilados. Cada crujido de rama, cada sombra entre los árboles me mantiene alerta. E