Evelyn
La oscuridad me envuelve. Al principio creo que sigo atrapada en mi propio cuerpo, observando sin poder hacer nada, pero entonces reconozco este lugar. El vacío. El mismo espacio entre el sueño y la muerte donde me he encontrado con ellas antes. Las mujeres. Las sombras que me han acompañado en mis peores momentos, como ecos del pasado… o del futuro.
—¡Ya basta! —grito—. ¡Aparezcan de una vez! ¡Sé que están aquí!
Como si mis palabras fueran un conjuro, las figuras empiezan a surgir entre la niebla. Cinco, siete, tal vez más. Todas llevan el rostro cubierto por velos, excepto una. La mujer de la túnica blanca. La que siempre habla por todas.
—Evelyn —dice con su voz suave, que suena como viento entre árboles—. No te rindas.
—¿No rendirme? —respondo con una risa amarga—. ¿De verdad es eso lo único que saben decirme? ¿Que no me rinda mientras estoy atrapada dentro de mi cuerpo, viendo cómo esa cosa asesina con mis manos? ¿Ustedes qué saben?
—Sabemos más de lo que crees. Todas fuimo