Aysel se encerró en su habitación, no quería ver a nadie, ni escucharlos, lo único que deseaba su corazón era encontrar a Lyon, saber a dónde lo había llevado Radolf porque no sentía que el estuviera muerto.
—Aysel debes salir, alimentarte piensa en tu cachorro que esperas —escuchó que decía su madre, pero no tenía intención de abrir no podía ver a ninguno de esos traidores.
Poco a poco el cansancio la dejo agotada, se quedó dormida esperando soñar de nuevo con Lyon.
—¡Aysel! ¡Aysel! —escuchó en un susurro su nombre —¡Aysel despierta!
—Lyon —susurro, pensando que había escuchado su voz.
—Él ya no te hará daño —ahora escuchó claramente la voz de Feray, abrió los ojos, al darse cuenta que ella y otra loba estaban en su habitación, se levantó en la cama toda sobre saltada al ver a la joven loba que había ayudado a Radolf a cambiar sus cosas, frente a ella mirándola fijamente, detrás de ella sobre la cama estaba Feray con una sonrisa, a pesar de sus ojos preocupados.
—¿Tú quien eres y q