«¡Mírame a los ojos!»
Impuso el enorme lobo gris en un tono autoritario y demandante, capaz de aterrar hasta al más valiente de los corazones.
Freyha, ajena a su cuerpo y deseos, obedeció. Al elevan el mentón tembloroso, contemplo la dorada mirada del lobo, carente de amor, afecto, amabilidad, o siquiera empatía.
Solo la más funesta y rabiosa de las cóleras parecían habitar en ellos, volviendo así rehenes a sus acciones.
La muchacha de castaño cabello tragó duro, tratando de no revelar cualquier signo de miedo en sus facciones.
Pero aquello era algo imposible, después de todo, al igua