#4:

Al llegar al apartamento de Sonya, ya era tarde.

Susan se preparó un sándwich, tomó un baño y se fue a dormir en el cuarto de huéspedes.

A la mañana siguiente, se realizó un examen de glucosa en sangre, con el estrés de los últimos días, temía que pudiera estar descompensada, sin embargo su conteo mostró cifras adecuadas y suspiró aliviado.

Tomó su bolso, luego de prepararse un desayuno ligero y … no podía ir a buscar trabajo. No tenía su coche.

¡ Maldición!

—Estás despierta temprano. ¿Vas a algún lugar?- su hermana la sobresaltó.

—S…sí. Tenía pensado salir al banco. Si voy a buscarme un nuevo sitio en el que vivir, necesitaré dinero.

—Oh, ya veo. Llévate mi coche.

 Susan miró a su hermana de reojo, en lo que ella se movía al refri y se servía un jugo.

—¿En serio?- interrogó.

—Claro. Le pediré a Philip que me lleve.

¿Oh?

—Ustedes…¿tienen esa clase de relación? Quiero decir…

—Por supuesto que nos llevamos bien. Él es tu prometido, después de todo. Ustedes van a casarse y él será mi cuñado.

Susan frunció el entrecejo.

—Además, no es la primera vez que Philip me lleva a trabajar. Trabajamos juntos, él es mi jefe.

Ah…

—De hecho, fuiste tú quien me consiguió el empleo como su secretaria, pero claro. No lo recuerdas.

—Bien. Intentaré no regresar demasiado tarde con tu coche.- Susan toma las lleves y se encaminan a la puerta.

—¡Solo promete no chocarlo!- gritó Sonya a sus espaldas.

***

—Usted cuenta con un exelente currículum, señorita Brandon. Lamentablemente no podemos darle empleo en este momento.

—Impresionante su currículum, señorita Brandon, pero sin una carta de referencia, me temo que no podemos contratarla.

—Por supuesto que he escuchado hablar de usted. Usted goza de cierto…renombre como anticuaria en Europa, lamentablemente, sin una carta de recomendación, no puedo ofrecerle empleo.

Toda la mañana, Susan había recibido la misma respuesta.

Maldijo una y otra vez al Señor Truman, por su estupidez, y al jodido árabe por su participación en su desgracia.

Luego de las entrevistas fallidas, recorrió varios complejos de apartamentos. Sin embargo, no eran para nada su estilo y los precios eran exorbitantes.

Ya eran las dos de la tarde, cuando llegó al banco y lo encontró cerrado.

Susan maldijo internamente.

Tal pareciera que nada le estaba saliendo bien.

Regresaba a su coche cuando vio que se alejaba un hombre alto, de facciones hermosas y cuerpo fornido, sin embargo la belleza física de aquel hombre no era lo que hacía que acaparará su atención. Si no el rencor que burbujeaba en su corazón, al verlo.

—¡Señor al Gala!- chilló. Abandonando el coche de su hermana y siguiendo al árabe por el estacionamiento.

—¡Señor al Gala, espere!

El árabe se giró, centrando su gris mirada en ella.

—Oh, señorita Brandon, que placer…

—¡Guárdese sus mentiras, gusano! ¡Me han despedido por su culpa y mi situación es precaria! ¡Nadie quiere contratarme porque el idiota de Truman no me dio una carta de referencia!

Omër elevó las cejas.

La mujer se había acercado a él , había enrojecido con una rapidez increíble y había comenzado a gritar como toda un Banshee.

Se notaba a las claras que estaba enojada.

—Le advertí que su negativa a mi propuesta tendría consecuencias, señorita Brandon. No soy un hombre al que se le pueda decir “ NO”.

—¿El trabajo aún sigue disponible?- Susurró Susan.- quiero decir, aún necesita a un anticuario para…- jadeó.- para…

Omër la vio tambalearse, y la sujetó justo antes de verla poner los ojos en blanco.

***

—No es de gravedad, Señor. La paciente padece de diabetes tipo uno. De seguro no desayunó adecuadamente y además se saltó el almuerzo, de ahí está hipoglucemia que sufre ahora.r

Él espiró aliviado.

Por un momento, mientras sostenía a Susan en sus brazos, había temido que la mujer hubiese estado sufriendo un colapso nervioso.

—No se preocupe. Le pasaremos dextrosa, y estará como nueva en minutos.- le sonrió el médico y él asintió. Abandonando el pequeño cubículo de emergencias.

Tomó su celular y marcó:

—Abdul, cancela mis compromisos de la tarde. La zorra ha caído en la trampa.

***

Susan abrió los ojos y liberó un gruñido.

Notando que estaba en la sala de emergencias de un hospital, y con un suero puesto al brazo.

—¡Demonios!- protestó.

—Que bien. Ya has despertado.

Escuchó una voz masculina, y rogó porque todo esto fuese una pesadilla.

Se sentó sobre la blanca sábana, y contempló en silencio al árabe que le sostenía la mirada.

Susan liberó un jadeo.

—¿Aún se siente mal, señorita Brandon? ¿Necesita que llame al médico?

—Susan, por favor. Llámeme Susan, y no. No requiero del médico ahora.- Susurró ella, recogiéndose el cabello tras la oreja.

—Hmm.

Ella no se atrevía a levantar la mirada.

No sabía que hacer, ni qué decir.

—Lamento mucho el inconveniente que de seguro le he causado. Usted es un hombre muy ocupado, según entiendo, y ha perdido la tarde conmigo.

—Pues sí. Tenía una reunión importante esta tarde, pero…ha sido increíblemente desconcertante, el hecho de que una mujer caiga desmayada ante mis encantos.

Susan lo miró con mala cara.

¡Por Dios! ¿Es en serio?

¿Es de esos hombres narcisistas y ególatras, que se creen que el sol solo brilla para alumbrarlos?

Él elevó una ceja y la contempló con rigidez.

—Usted no deja pasar no siquiera un chiste. Bien, si seremos completamente serios, le diré que su comportamiento raya en la negligencia. ¿Cómo se le ocurre permanecer tantas horas sin probar bocado aún sabiendo que está enferma?

Susan achinó sus ojos.

—¿ Cómo sabe que estoy enferma y que pasé horas en ayunas? ¿ Acaso me está espiando, Señor al Gala?

Él desestimó su comentario con un gesto de si mano.

—Por supuesto que no. El médico me contó que es usted una paciente muy irresponsable y frecuente en este servicio de urgencias.

Eso la hizo enrojecer de vergüenza.

—Buenas tardes. He venido por la paciente Susan Brandon.

—Sí. Se encuentra en el cubículo número tres.

—Gracias.

Se escucharon pasos, y luego la voz de Sonya irrumpió en el pasillo.

—¿Sister, estás aquí?

—Aquí.- respondió Susan.

Sonya corrió la cortina y se quedó petrificada del asombro.

A su hermana le hacía compañía el árabe más sensual que ella hubiese visto.

—Oh, Sonya Brandon.- Susurró, ofreciéndole su mano al árabe pero este la recorrió con la fría mirada y la dejó con la mano extendida.

Sonya rápidamente se compuso, pasando su mano por si perfecto y rubio cabello.

—¿Bueno, nos presentarás, Susy?

Susan la contempló de soslayo.

Su hermana siempre hacia esto. Cada vez que había un hombre que despertaba su interés y ella estaba presente, la llamaba por el diminutivo de su nombre. En un intento por resaltar y ganar la atención del sujeto.

—Sonya, este es el jeque Omër al Gala.

—Señor al Gala, mi hermana, Sonya Brandon.

—Un gusto.- Susurró Sonya, melosamente.

—Seguramente.- masculló él.- bien, ya que está usted acompañada de un familiar, no me necesita.

Omër se movió, encaminándose al pasillo.

—Hasta que volvamos a vernos, señorita Brandon.

—Hasta luego.- respondió Sonya.

Y Susan se mordió el labio inferior.

Porque tenía el presentimiento de que aquellas palabras no eran una mera despedida, sino más bien una amenaza.

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