Eva
Desperté, me sentía mareada y quería masajearla, pero no podía, ya que mis manos estaban atadas.
Abrí mis ojos, pero todo se veía oscuro. Al parecer tenía una venda puesta y eso me impedía ver. Me encontraba en una silla, y no tenía cuanto tiempo estaba ahí, pero me dolía todo el cuello.
—¡Damián! —exclamé —¿Estás aquí? —la única respuesta que obtuve fue un silencio rotundo.
Movía la cabeza de un lado a otro, tratando de zafarme la venda de los ojos, hasta después de varios movimientos, esta cayó a mi cuello y entonces pude ver el lugar en donde me encontraba. Pensé que sería alguna vieja bodega