48° Reunión de rubios.
Portia meditó la posibilidad de encargar otro lote de arroz, habían tenido una excursión a las ruinas de los restos de la civilización indígena que había habitado en los bosques que rodeaban las cumbres y se hospedaron ahí, y ahora estaba tras la recepción comprobando las reservas para averiguar si valía la pena comprar más arroz, pero después de consultarlo con doña Clara, la encargada de la cocina, llegaron a la conclusión de que no.
Oliver había llegado temprano esa mañana con Lia y se acercó para saludarla. Portia pudo ver como el semblante de Oliver mejoró durante esas semanas, se había convertido en un hombre completo y radiante e irradiaba esa felicidad a todos lo que lo rodeaban, nunca lo había visto tan feliz, pero los últimos días, con la presión del asesino escondido en las sombras, habían opacado un poco su brillo.
— ¿Cómo van las reservas para el día de la inauguración? — le preguntó y ella miró en la pantalla del computador.
— Pues, no cabe nadie más — dijo, eso la tenía