22° Todos somos culpables.
Lo primero que Lia sintió fue el olor a alcohol que la llenó, antes incluso de que el dolor en la mejilla la invadiera.
Comenzó a abrir los ojos y la luz era demasiado resplandeciente, un brillo fuerte que le hizo cerrarlos nuevamente y quiso quedarse en esa oscuridad.
Sabía que algo estaba mal, pero no podía recordarlo y no quiso hacer el intento, sabía que le dolería, pero alguien la abofeteó en la mejilla y Lia abrió los ojos.
— Portia, no la golpees — le dijo Helene a su hermana y Lia trató de entender todo alrededor. Estaba acostada en el suelo y las gemelas la veían desde arriba arrodilladas a su lado, pero los objetos se movían como si estuviera en un huracán.
— Veo doble — murmuró y no reconoció su propia voz.
— Si nos dieran un dólar por cada vez que escuchamos ese chiste seríamos más ricas que mi hermano — ese tono agresivo era de Portia, y cuando Lia trató de recordar por qué estaba ahí, todo regresó de golpe. El rostro desfigurado de Oliver y su nueva cara y se puso de pi