CAPÍTULO 41

—Corre.

Aquella era una palabra simple y estaba llena de agresividad, de odio y de un resentimiento infinito. Y se escapaba entre los dientes apretados de Ilenia como si fuera veneno.

Habían ido al primer banco que tenían cerca del motel y el mismo gerente los había recibido en sus oficinas al saber que iban a hacer dos depósitos millonarios. Varios asesores internos se habían acercado para ayudar con los trámites, y en el mismo segundo en que el primer fajo de billetes había sido ingresado a la máquina de contar, la sonrisa del gerente general pareció atornillarse a su cara.

Hans estaba demasiado entusiasmado o estaba demasiado loco para darse cuenta, pero a Ilenia no le pasó desapercibido aquel gesto, y en el mismo segundo en que un par de hombres de traje entraron en el banco se dio cuenta de que todo estaba perdido.

Habían cometido un error. Miró los billetes desparramados entre un escritorio y cuatro máquinas de contar, y se dio cuenta de que ya

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