Los imperdonables
Los imperdonables
Por: Stephany
Capítulo 1
Pero lo que nunca imaginé, fue que seis años después, vería a Alejandro y a Roberto en mi tienda de postres.

Padre e hijo se parecían mucho y llamaban pues mucho la atención.

Las miradas de los clientes estaban llenas de admiración, pero al verlos, mi corazón se enterneció.

Después de ese fatídico día en el que perdí al bebe que venía en camino a causa del aborto, llamé a Alejandro de inmediato. No esperaba que dejara a su primer amor por mí, tan solo quería oír de su boca unas palabras de consuelo. Pero Alejandro solo suspiró:

—Qué lástima esa perdida, Lucía siempre quiso tener una hija.

Desesperada, le pregunté:

—¿Te casaste conmigo solo para usarme acaso como una condenada máquina de hijos?

—Solo dije que a Lucía le gustan las niñas, ¿qué tiene que ver eso? Carmen Sánchez, deja de actuar como una loca desquiciada todos los días, ¡ya hasta pareces una enferma mental!

Alejandro colgó el teléfono. Siempre fue el dominante en nuestra relación, con su estatus y poder, yo siempre estuve por de bajeada a girar en torno a él.

Sin importar lo que hiciera o pensara, nunca bajaría al nivel de explicarme nada ni mucho menos brindarme algo de consuelo. Yo me encontraba al borde del colapso, llamé varias veces y no contestó, así que llorando marqué el número del reloj con función de celular de Robertito.

—Robertito, si mamá se divorcia de papá, ¿te vendrías conmigo?

Ya no podía soportar un matrimonio como ese tan destructivo.

Pero encontré el muro del rechazo de Robertito:

—¡Ni loco que estuviera! Yo quiero estar con papá. Si mamá se divorcia, pues ven a verme menos, Lucía se pone triste cuando te ve.

Mi esposo solo se preocupaba por su primer amor. Y el hijo que aguante en mi vientre nueve meses también solo me veía como una carga.

En ese momento, sentí que el mundo se me venía encima.

……

—¿Señora? ¡quiero ordenar un pastel de chocolate!

El cliente llamó varias veces antes de que volviera en mí. Pero antes de que pudiera responder, Alejandro dijo:

—Ya lárgate a otra tienda, hoy no hace, y no volverá a hacer a partir de ahora.

Cuando el cliente se fue, colgó el letrero de cerrado en la puerta.

—¿Sabes por cuánto tiempo hemos estado buscándote Robertito y yo? No voy a hacer un escándalo por lo de la pastelería, pero como mi esposa, la esposa de Alejandro, no hagas cosas que bajen tu estatus. Eso no me gusta.

Seguía siendo el mismo de antes, decidiendo mi vida sin tener en cuenta mis sentimientos. Contuve la rabia:

—Que esposa de Alejandro ni que ocho cuartos. Te recuerdo que ya nos divorciamos hace ya un par de años. Mi esposo y mi hijo actuales apoyan mucho mi tienda de pastelitos.

Alejandro contigo su rabia:

—¿Mentir pues te parece tan divertido? Te importamos tanto a mí y a Robertito que es imposible que te hayas casado y tenido hijos con otro.

Viendo su enfado, Robertito intervino para calmar la situación:

—Mamá, no pelees con papá. Vuelve de veras con nosotros. No pensamos que de verdad te irías y desaparecerías por seis años… Te hemos buscado por mucho tiempo. ¡Te echo mucho de menos!

Cuando me miró, sus ojos estaban llenos de cariño, ya no había rastro de aquel rechazo infantil. Pero ya no podía amarlo:

—Ya tengo una nueva familia. Por favor, no vuelvan ustedes a molestarme.

—¿Cuándo terminarás con todo ese enmarañado de mentiras? Después de que nació Robertito, lo vigilabas las veinticuatro horas. Si tuvieras otro hijo, ¿podrías haber dejado a tu hijo para abrir una tienda?

Alejandro ya estaba impaciente:

—Ven a verme mañana antes de las tres de la tarde. Si no vienes, nunca volverás a ser la esposa de Alejandro.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP