Capítulo veintidós. Ataques en la oscuridad
El amanecer en Atenas no trajo consuelo. En la villa Konstantinos, Andreas revisaba una y otra vez los documentos obtenidos en el club privado. Los nombres, las transferencias, las fechas… todo formaba un patrón: Leonidas había usado empresas fantasma para mover dinero proveniente de contrabando en el puerto.
El problema era simple y devastador: si Andreas exponía esto demasiado rápido, también podría dañar a la corporación Konstantinos, y con ella, su propio legado.
Su abogado lo observaba en silencio, hasta que se atrevió a hablar.
—Señor Konstantinos, estas pruebas son poderosas, pero peligrosas. Si las usamos mal, podrían arrastrarlo a usted.
Andreas cerró el maletín con violencia.
—Prefiero arriesgarlo todo antes que dejar que Ariadna pase un día más entre esas paredes.
Su voz estaba cargada de determinación, pero también de un dolor que lo consumía.
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