El programa estaba en reproducción.
—Niños tan adorables… ¿Cuáles son sus nombres? ¿Pueden decirlo uno por uno? —preguntaba la presentadora, más dulce de lo habitual frente a tanta ternura.
Los cuatro recordaron cómo la maestra pasaba lista en clase y, de inmediato, comenzaron a aplaudir mientras anunciaban sus nombres.
—¡La asistencia toma tiempo, Liam!
—¡Aquí! —Liam levantó la mano.
—¡Stella!
—¡Aquí! —Stella también levantó la mano.
—¡Tomas!
—¡Aquí! —respondió Tomas, un poco más lento.
—¡Terry!
—¡Estoy aquí! —Terry levantó ambas manos. Su camiseta se levantó y dejó ver su pequeña barriguita redonda.
Solo dejaron de aplaudir cuando terminaron de “pasar lista”.
El corazón de la presentadora se derritió al verlos.
—¿Han visto algo más adorable que esto? —dijo con una gran sonrisa.
El público también estaba encantado. Si no estuvieran grabando, habrían corrido a abrazarlos a todos.
Maya estaba angustiada.
¿Por qué Terry y sus tres hijos estaban en televisión?
¿De quién había sido la ide