Antes le preocupaba que mudarse afectara el desarrollo de sus hijos, que les costara adaptarse.
Pero ahora tenía un problema mucho más grande: cuanto más tiempo permaneciera en esa ciudad, peor sería.
Decidió comenzar a lavar la ropa de los pequeños.
Entonces oyó la puerta abrirse.
Nanny Fine entró y se sorprendió al verla lavando.
—Pensé que estarías en el trabajo. Volví para lavar esta ropa.
—Puedo hacerlo, me tomé medio día libre —respondió Maya—. Señora Fine, tengo algo que decirle.
—¿Qué sucede?
—Quiero llevarme a los niños… —dijo Maya, observando la expresión perpleja de la niñera— y dejar Rheinsville.
—¿Por qué? Finalmente has regresado. ¿Por qué te irías otra vez?
Maya vaciló antes de admitir:
—El padre de los niños también es de aquí.
Los ojos de Nanny Fine se abrieron con sorpresa.
—¿De verdad?
—No sabía dónde estaba él en ese entonces. Volví y me lo encontré por accidente. Es un hombre importante en Rheinsville… y no puedo darme el lujo de enfadarlo —confesó Maya, revelando