75. No quiero el trono
El eco de las palabras aún flotaba en las paredes de la biblioteca cuando una sombra se deslizó detrás del tapiz que cubría una entrada secreta. Elisse Mikhelson, la primogénita de la Emperatriz, había escuchado cada palabra de la conversación entre Dayleen y su padre.
Su rostro, siempre sereno, estaba ahora descompuesto por la conmoción.
¿Una hija ilegítima? ¿Una descendiente directa del Rey y de Eryn, la loba exiliada que su madre tanto había odiado en el pasado por robarle el amor de Alarik?
Sus manos temblaban, pero no por debilidad. Era el miedo disfrazado de furia lo que se agitaba dentro de ella. El miedo de perderlo todo.
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Dayleen salió de la sala con la respiración aún agitada. El encuentro con su tía la había dejado cargada de emociones imposibles de contener. En su pecho, la verdad se sentía como un incendio purificador… pero también como una chispa peligrosa que, en el lugar equivocado, podría destruirlo todo.
—¡Tú! —la voz cortó el pasillo como un