No vas a quitarme a mi esposa
Frederick

En ese preciso momento me sentía el idiota más grande del mundo. Sentía como la sangre me hervía en las venas, nunca me había considerado un tipo celoso, muy por el contrario, siempre me sentía seguro de mi mismo, pero en aquel mismo instante sentía deseos de empujarla contra la baranda y besarla hasta dejarla sin aliento. Hasta que le quedara claro a él y cualquier otro que Leah no estaba libre y yo no estaba pintado en la pared.

—¿Están libres para cenar conmigo después?

Me mordí la lengua antes de que se me escapara un «ni en broma».

—No, no puedo quedarme hasta después de la fiesta. —Dijo Leah poniéndose colorada. —Mañana debemos levantarnos temprano, ya sabes… Trabajo.

—Mucho trabajo — farfullé colocándole el brazo en la parte baja de la espalda de manera posesiva, un gesto que no paso desapercibido para Nadie que me miró con una ceja levantada.

—Qué pena. —Cogió dos copas de la bandeja de un camarero que pasó a su lado—. En ese caso, vayamos a la parte superior de
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