Si Elizabeth estaba mal, Federico estaba peor.
Pero, en lugar de hundirse, pensaba en estrategias y posibles tácticas para implementar un control de daños. Resoplaba y mascullaba todo tipo de improperios por la situación que atravesaba.
Bajo ningún punto de vista contemplaba el divorcio, y mucho menos que Elizabeth se alejara de su lado.
Si antes había logrado doblegar el carácter de su esposa, esta vez contaba con una carta aún más poderosa: su hijo.
Ese niño sería el nexo indestructible que los uniría de por vida. Por más que ella quisiera alejarlo, no podría.
Lo primero que haría al llegar sería buscarla y luego encontrar alguna excusa o treta para llevarla nuevamente a la mansión. Una vez allí, usaría todo lo que tuviera a mano para convencerla de que regresara con él.
“Tiene que entender que la amo y que quiero lo mejor para ella y para el bebé. Y lo mejor, es estar juntos.”
Su ego era tan grande que podía hacerle sombra a cualquier otro sentimiento.
Después del impacto inicia