Capítulo 25: La pausa que duele
La cocina estaba en completo silencio.
 El desayuno seguía servido.
 Las frutas empezaban a oxidarse en los bordes.
 Las tostadas, frías y duras como piedra.
 El café, intacto, exhalaba un aroma amargo que parecía burlarse de la idea de una mañana normal.
Alejandra estaba sentada a la mesa, con la vista perdida más allá de la ventana. El mundo parecía moverse a un ritmo que ya no comprendía.
 Su cuerpo estaba allí.
 Pero su alma… no sabía muy bien en qué rincón de su corazón se había escondido.
Matías la observaba desde la puerta. Apoyado contra el marco, los brazos cruzados, la espalda rígida, los ojos cansados.
 Cansado de tanto cuidado que no era suficiente.
 Cansado de amar a alguien que parecía estar apagándose frente a sus ojos.
—No podemos seguir así —dijo finalmente. Su voz no fue fuerte. Pero sonó como un disparo en medio del silencio.
Ella no se giró.
 No reaccionó.
 Solo asintió con lentitud.
—Lo sé.
—No confías en mí. No me dejas ayudarte. M