Capítulo 24: La herida abierta
El cielo de Londres comenzaba a oscurecerse cuando Matías llegó al edificio, exhausto tras una larga jornada en la tienda de vinos. El frío le calaba los huesos, pero su mente estaba más saturada que su cuerpo. Pensaba en Alejandra. En el bebé. En la vida que estaban construyendo con los retazos de un pasado demasiado complicado.
Fue entonces cuando la vio.
Vanesa.
Estaba ahí, esperándolo junto a la entrada. Los labios tensos, los brazos cruzados, y esa mirada que solía tener solo cuando algo grave pasaba.
—Necesito hablar contigo —dijo sin rodeos, como quien lanza una piedra sin saber si romperá un vidrio… o una vida.
Matías frunció el ceño.
—¿Ahora?
—Sí. Ahora. Es sobre Alejandra… y Rodrigo.
El nombre bastó para que todo el cansancio desapareciera. El estómago se le contrajo como si acabara de recibir un puñetazo invisible.
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Se sentaron en un banco de la plaza frente al edificio. Una banca solitaria, de esas donde el tiempo parecía avanzar más lento.