Lo di todo por él y me humilló... ¡Ahora brillo en el MIT!
Lo di todo por él y me humilló... ¡Ahora brillo en el MIT!
Por: Scarlett Flame
Capítulo 1
—No cabe duda, Young Boss: ¿y a qué sabe mi hermanastra?

—Se ve inocente, pero en la cama es puro fuego.

—Entonces, ¿debo llamarla hermana… o cuñada?

—¿Cuñada? Para nada. Quiero conquistar a la capitana de las porristas; por si cree que no sé lo que hago, entreno primero con Cynthia.

Al oír eso, me quedé de piedra; sentí que el corazón se me hacía trizas.

Lucas, mi hermano adoptivo, también se quedó helado, pero enseguida soltó una carcajada.

—Así se hace, Ethan. Hasta para practicar en la cama eliges a la diosa de todas. ¡Eres pura chispa! Me pregunto cuánto sufrirán los pretendientes de mi hermanita Cynthia cuando se enteren.

Ethan soltó una risita despectiva.

—¿Esforzarme, con lo ligera que es? Le hago un gesto con el dedo y ya está en mi cama.

—Aunque, eso sí, tiene buen cuerpo. Lástima que, comparada con la reina de la clase, su busto se quede corto.

—La miras con tanto detalle… ¿te gusta Cynthia? ¿O acaso también te interesa Sylvia? —inquirió Ethan, entornando los ojos.

Lucas alzó las manos de inmediato.

—¿Cómo crees? Cynthia es mi hermanastra, nunca me fijaría en ella. Y mucho menos en Sylvia; jamás osaría codiciar a la chica que te gusta. Aunque admito que sorprende: tan recatada que parece, y resulta que es una fiera silenciosa… se acostó contigo sin decir ni pío.

—Me ha perseguido tantos años que ya se ganó su premio —Ethan se rio—. Así, cuando yo esté con Sylvia, al menos tendrá un recuerdo que atesorar.

Sentí como si me golpearan la cabeza con un mazo; quedé aturdida y solo pude bajar la mirada para esconder mi expresión.

Ellos no lo sabían, pero yo había aprendido italiano a escondidas para ser la esposa perfecta de Ethan, y había entendido cada una de sus palabras.

Ethan todavía me tenía en brazos y, a media frase, me rozó la mejilla con la punta de la nariz, cariñoso.

Si no supiera lo que decían, juraría que me adoraba.

Justo cuando estaba a punto de quebrarme, me puse de pie de un salto, fingí que iba al baño y hui, metiéndome en el primer cubículo que encontré.

Sentada en el inodoro, dejé correr el agua para ahogar el sonido y al fin solté el llanto.

Las palabras de Ethan resonaban en mi cabeza.

No podía creer que ese fuera el mismo hombre que la noche anterior me había deseado sin descanso. Su rostro era puro deseo mientras se entrelazaba conmigo. Mientras se movía sobre mí, me susurraba al oído que después de graduarnos se casaría conmigo.

Su aliento cálido me mareaba. Me llevó al límite hasta que ya no pude más, y aun así no me soltaba.

El tono de mi celular me regresó de pronto a la realidad.

Era un mensaje de Ethan.

«¿Dónde estás?»

«Esta noche tengo un asunto importante; no podré acompañarte al baile de graduación.»

«Pero esos bailes no valen la pena. Quédate en casa y descansa. Recuerda comprar la pastilla del día siguiente; ayer me emocioné y olvidé el condón.»

«Tómala, ¿sí? No quiero preocuparme.»

Recordé cómo, después de terminar, me abrazó feliz diciendo que por fin le pertenecía. Aunque no llevaba protección, el semen se escurrió mientras me limpiaba. En ese momento me sentía dichosa; ni siquiera le reproché que se olvidara del condón.

Pero ahora su mensaje me hizo despertar de golpe.

¡Ethan no lo había olvidado; nunca había pensado usarlo!

Todo ese tiempo no había hecho más que mentirme y engañarme.

No pude evitar torturarme: si se tratara de Sylvia, ¿también lo haría sin protección?

Me sequé las lágrimas y me obligué a contener el llanto. Confirmé que nadie notara que había llorado y fui a la farmacia a comprar la pastilla del día siguiente.

Tras tomarla, volví a casa y me tendí en silencio sobre la cama, repasando mis diez años tras Ethan.

Hacía diez años nos habíamos convertido en vecinos; su padre era un Don de la mafia y todos los niños tenían órdenes de no jugar con él.

Solo yo no le había temido y había ido a buscarlo.

Ethan fingía dureza y decía que no necesitaba amigos, pero en sus ojos yo pude una alegría imposible de ocultar.

Así, lo seguí durante una década.

Con esos recuerdos me quedé dormida.

Al atardecer, el teléfono de mi mejor amiga, Ava, me despertó a medias.

—¡Cynthia! ¿Por qué faltaste al baile de graduación? ¡Solo se vive una vez! Además, la pareja de Ethan es Sylvia. ¿No te había prometido que te invitaría a ti? ¡Dios! Están besándose frente a todos. ¿No saben que Ethan es tuyo?
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