Capítulo 41 – Entregar vestidos.
Recostada en su cama, después de un intenso sexo, le observaba, mientras él acariciaba delicadamente mi rostro.
En aquel momento no me parecía una locura lo de irnos a vivir juntos. Despertar cada mañana al lado de ese guapísimo hombre, e irme a dormir entre besos y caricias. Era como estar en el paraíso.
Nos mirábamos con calma, estudiando minuciosamente los rasgos del otro, enamorados de lo que estábamos viendo, sintiendo aquella sensación en nuestro interior, abrazándonos, abrumándonos.
- Quédate a dormir – me dijo. Sonreí, negando con la cabeza – ni siquiera tienes que trabajar, aún estás de vacaciones, así que …
- Deja que me lo piense un poco más – pedí. Él asintió, sabiendo exactamente a lo que me estaba refiriendo – si m