Epílogo.

No todo era malo en aquella separación. Volvía a tener mi estudio, así me lo aseguró mi nuevo casero, su padre, después de haber conseguido lo que quería, tras asegurarme más de cinco veces seguidas, en la misma frase, que su hijo no me quería.

Sólo se había encaprichado de mí – esas fueron sus palabras – Un encaprichamiento pasajero.

No dejé que aquello pudiese conmigo, me obligué a mí misma a no pensar en esas palabras, tan sólo recogía el estudio. Aquella situación me había enseñado algo, no pertenecía a aquella ciudad, no quería pasar ni un momento más en ella, quería marcharme, quizás seguir mis sueños en otro lugar.

Así que dejé el estudio, recogí todas mis cosas, y me marché a
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