Capítulo 42 – Una boda.
Jamás, repito, jamás, dejéis que un hombre os ayude a subiros la cremallera del vestido, cuando llegáis tarde a la boda de su hermana, y más si ese hombre es tan ardiente como él.
Me besaba, apasionadamente, aferrándose a mi cintura, olvidándose de todo por unos minutos.
- La boda – me quejaba, entre besos, con él jadeando sobre mi boca – llegaremos tarde.
- No quiero presionarte – me dijo, con la voz marcada por el deseo, metiendo su mano por el hueco de la cremallera, erizando mi piel – pero esta noche te quiero en mi cama.
- La última persona que llega debe ser … - más besos – la novia, no el hermano de la novia.
- Vale – aceptó, retirándose de mí, dándome un poco de espacio, tirando de mi mano, dándo