Clara y Mateo estaban sentados en la mesa del café donde tantas veces habían compartido risas y complicidad. Sin embargo, aquella tarde, el aire estaba cargado de una tensión que ninguno de los dos sabía cómo disipar.
Clara jugaba con la cucharilla de su taza, evitando el contacto visual. Mateo, observándola con el ceño ligeramente fruncido, intuía que algo andaba mal, pero decidió esperar a que ella hablara.-Mateo, tenemos que hablar -comenzó finalmente Clara, con un tono que hizo que el corazón de él se encogiera.-Eso no suena bien -respondió él con una sonrisa nerviosa, tratando de aliviar la tensión.Clara alzó la vista y sus ojos se encontraron. En ellos había una mezcla de determinación y tristeza.-Creo que es mejor que terminemos.La declaración cayó como una losa. Mateo se inclinó hacia adelante, a