Tras comprobar que su mánager no estaba rondando cerca, Leo regresó sus pasos y comenzó a caminar por la acera para distraerse. Mientras avanzaba, a su mente venían recuerdos de los momentos que había pasado con Maddie y Claire, las discusiones con su padre, así como los incidentes ocasionados por su torpeza e inmadurez.
En el momento en que pasó frente a una parada de autobuses, vio que la estructura tenía colocada un anuncio publicitario ilustrado con su rostro. A primera vista, la imagen proyectaba un aura radiante, completamente distinta a la realidad, que lo hizo sentirse asqueado de tener que fingir ser alguien que no es.
«¡Ah! Esa persona parece tan segura de sí misma. ¡Lo detesto! ¡No soy yo, es solo un espejismo! ¡Lo odio tanto, que deseo destruirlo para no seguirlo viendo!», pensó al tiempo que apretaba el puño de impotencia.
De pronto, una mujer que se encontraba esperando el autobús se percató que el modelo del anuncio era Leo e inmediatamente dijo en voz alta.
—¡Oh! ¡U