Capítulo 47 Mi refugio, un abrazo.
El café en la mesa de la sala se había enfriado por completo. El vapor que antes se elevaba en espirales suaves se había desvanecido, dejando solo una superficie opaca y estática, reflejando la misma quietud que se había apoderado de la habitación.
Yo seguía ahí, sentada en el sillón, sin moverme, con los brazos rodeando mi propio cuerpo como si de alguna forma pudiera contenerme, evitar que me rompiera en pedazos. Pero ya estaba rota. Desde anoche. Desde el momento en que Jacobo cruzó la puerta y se fue.
Las palabras ya se habían dicho. No había forma de tomarlas de vuelta.
Cerré los ojos y exhalé despacio, tratando de apaciguar el dolor en mi pecho. Dejé ir a Gabriel porque pensé que con Jacobo encontraría la felicidad. Porque creí en la promesa de su amor, en la ilusión de que él y yo podíamos construir algo real, algo que valiera la pena.
Y ahora Jacobo se había ido.
No sabía dónde estaba. No contestó mis llamadas la noche anterior. Mi celular seguía sobre la mesa, con la pantalla