Capítulo 4.

   •••¿Tu novia?•••

—Toma el volante con las dos manos.

La chica pegó un brinco y guardó silencio, ciertamente estar sola con el jefe era una experiencia que jamás podría olvidar, por un lado lo admiraba tanto como hombre y como empresario y por el otro, le tenía mucho miedo, era un hombre que imponía con su sola presencia.

Su mirada daba miedo y siempre hablaba de ese modo tan golpeado, que parecía molesto, educado, pero sin una pizca de alegría dentro de su ser. Por esa razón se había ganado el apodo, del demonio Mitch.

—Si, lo siento señor.— Dijo Zeida poniéndose nerviosa, creyó que Mitchell dormía. De pronto estornudó y sonrió apenada. —Perdón.

—Si te enfermas no será mi culpa.

Zeida lo miró y una sonrisa distorsionada se dejó ver en su limpio rostro. —¿Acaso dije algo?—preguntó ella mientras pisaba el acelerador, la verdad era que Zeida también podía ser un poco violenta, pero al estar en el trabajo se contenía de decir lo que pensaba, además admiraba mucho a Mitchell como para criticarlo abiertamente.

Él sonrió disimuladamente, todo de ella le fascinaba, era asombroso.

Al llegar a la casa de Mitchell, Zeida se sorprendió. —Su casa es hermosa— dijo ella mientras bajaba del auto y admiraba el lugar, siempre supo que alguien millonario como él no viviría en un lugar modesto, pero aún así era sorprendente de ver, ella nunca había estado en un lugar tan glamuroso como la casa de aquel hombre.

—Vamos, necesitas ponerte ropa seca—Dijo él sin muchas ganas de contemplar la casa que ya conocía de pies a cabeza, para él no era tan sorprendente.

Ella lo siguió y se mordió el labio inferior al ver la majestuosidad del lugar, el interior era aún mucho mas asombroso. 《No me molestaría vivir aquí 》.

—Bienvenido señor Maxwell.

Ella no dejaba de asombrarse, ¿Tenían servidumbre?, miró a la mujer de uniforme gris, una empleada del hogar, ella solo las había visto en películas, jamás había visto a alguien con el suficiente dinero como para tener esa clase de empleados.

—¿Dónde esta mi hermana?—Preguntó Mitch con seriedad.

—Está en su habitación señor.

—¿Se mojó?.

—No señor.

—Buenas tardes señor.

Los ojos de Zeida contemplaron al educado caballero que llegó, era un hombre mayor. —¿Está bien señor?—Preguntó aquel hombre un poco preocupado al ver que Mitchell traía puesto un collarín.

—Si, tuve un accidente, nada grave, ¿Mi hermana llegó bien?.

—Si señor, pero…¿Qué clase de accidente?, ¿Por qué le pusieron un collarín?.

Mitchell se enderezó. —Una mujer me chocó, me torcí el cuello, no es nada, en unos días estaré bien.

¿Hermana?, Zeida se había quedado perdida en esa parte. Parpadeo y miró al hombre que tenía la vista fija en ella, ¿Quién era él?, ¿Un tío?, ¿o tal vez un Amigo?...

—Ella es Zeida, es una de mis secretarias.

—Mucho gusto señorita—Dijo aquel hombre.

—El es Frederick, el amo de llaves, se encarga de mantener en pie esta casa.

Las cejas de Zeida se levantaron con sorpresa. —A…, bien, debe ser difícil, es una casa enorme.

—No lo es tanto en realidad, su ropa esta mojada señorita, va a resfriarse—Dijo Frederick muy sorprendido, durante todos sus años de trabajo, jamás miró al señor traer a una mujer a su casa, no importaban las circunstancias, Mitchell jamás llevó a una mujer ajena a su familia.

—Prepara dos tazas de café por favor—Ordenó Mitchell mientras miraba a Zeida.

—Si, enseguida señor.

—Espera…Zeida, ¿Te gusta el café?—Mitchell sabía que si, pero aún así, quería cerciorarse.

—Si, claro.

—Enseguida se las traigo.

Ella dio una vuelta completa sobre su eje, y se detuvo en la mirada de su imponente jefe, por un momento se le fue la respiración, era tan guapo, aún más con su hermoso cabello despeinado y esos hermosos labios, él la veía fijamente y ella sentía que se hacía cada vez más pequeña.

—¿Mitchell?.

La voz de una mujer vino de algún lugar, Zeida respiró aliviada cuando Mitchell apartó la vista de ella, y se acomodó el cabello rápidamente, no quería dar una mala impresión, mucho menos a la familia de su amado.

—¡Estoy en la sala!— dijo Mitch mientras se aflojaba un poco la corbata.

Una chica de cabello negro y largo dentro de un traje deportivo de edición limitada, llegó hasta la sala, se podía ver desde lejos que era una chica mimada, de piel fina y tersa, maquillaje perfecto y cuerpo delgado, era bonita.

—Que bueno que llegas, necesito que me des dinero, mis amigas y yo iremos mañana al centro comercial, te compraré algo…¿Por qué traes esa cosa en el cuello?.

Aquella chica llegó hablando sin siquiera poner un poco de atención en Zeida, la hizo sentir invisible, la hermana de Mitchell sacó su teléfono y puso toda su atención en el.

—¿Qué pasa con tus tarjetas?—Preguntó Mitch mientras metía ambas manos en los bolsillos de su pantalón, cada movimiento en él, era perfecto, no importaba que tan pequeño fuera.

—Perdí una, y la otra se quedó en casa de la abuela, no volveré allá.

—¿Perdiste tu tarjeta de crédito y me lo dices hasta ahora?.

—La perdí o la olvide en algún lugar, ¿Que más da?, ¿Vas a darme dinero?.

—¿Cuánto ocupas?.

—No lo sé, cincuenta o cien mil dólares.

La boca de Zeida se abrió llena de asombro, era absurdo escuchar a una adolescente pedir tanto dinero solo para ir de compras, ¿Pues que iba a comprar?.

Sin embargo Mitchell sacó su cartera y de ella una tarjeta negra. —Usa una de mis tarjetas, no la pierdas o no volveré a darte una.

—Claro— dijo aquella chica, guardó su teléfono y tomó la tarjeta. —Gracias, te amo— Dijo ella y dio media vuelta.

—Espera…— La detuvo Mitchell antes de que ella pudiera marcharse. —¿Acaso no tienes modales?.

—¿He?.

Él se hizo a un lado y entonces la vista de la chica se posó en la mujer que estaba ahí, toda mojada.

—¿Quién es ella?.

—Su nombre es Zeida, Zeida ella es mi hermana, Itzel.

Itzel se tapó la boca y se sujetó del brazo de Mitch. —¿Es tu novia?.

Zeida sonrió avergonzada y negó rápidamente. —No, ¿Como cree?, solo soy su secretaria.

Mitchell se sintió un poco mal, ¿Acaso tanto le desagradaba la idea a Zeida de que lo vincularan con él?.

Por otro lado, la emoción de Itzel se esfumó de inmediato, nunca le había conocido una novia a su hermano, aquella mujer era bonita y se veía simpática, era una lastima.

—A, bueno, mucho gusto, ¿Ya me puedo ir?.

—Si, que mañana te lleve el chofer y no vuelvas tan tarde— dijo Mitchell.

—Si por supuesto.

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