Capítulo 5.

•••La propuesta•••

Zeida se sentía incómoda, el jefe parecía que se había puesto de malas, lo seguía escaleras arriba hasta que llegaron a una enorme habitación.

El delicioso aroma se estampó contra el rostro de Zeida, olía a él, olía a Mitchell, esa fragancia tan única que despertaba sus instintos más bajos.

—Puedes cambiarte aquí, las habitaciones de huéspedes no están presentables.

—Gracias.

—Frederick te consiguió ropa seca, cámbiate y baja.

Ella admiraba a ese hombre, no podía apartar la vista de él, el como se movía, el como hablaba, le gustaba tanto, era radiante como el destello del sol, cegador y alucinante, con el cuerpo perfecto como el de un dios o un súper modelo, ¿Cómo no sentir algo por él?.

Sin duda este día quedaría grabado en su memoria por siempre. Salió de sus pensamientos y se aclaró la garganta.

—Gracias y perdón por causarle molestias.

¿Molestias?, para Mitchell ella no era una molestia, estaba agradecido de que todo se hubiera acomodado y de que esta situación se hubiera dado tal como se dio, no importaba que se hubiera lesionado en el proceso. Lo volvería a repetir si con eso volvía a tener la oportunidad de hablar con ella, de estar en la misma habitación con ella, a solas.

—Yo también te molesté al hacer que me trajeras hasta aquí, así que estamos a mano.

Ella asintió y se quedó mirándolo, ambos se miraban como si quisieran decir algo más, pero de sus bocas no salían las palabras.

—Ammm, ¿Me puedo cambiar?.

Mitchell se despabiló y se frotó la frente. —Si, claro, perdón.

Salió de la habitación y cerró la puerta, suspiró y se sintió un poco tenso, pero está tensión era muy diferente a la que el trabajo le provocaba.

Caminó escaleras abajo y ahí se topó con Frederick.

—¿Seguro que está bien señor?, ¿No quiere que llame a su doctor de cabecera?.

—No, ya fui al hospital, estaré bien.

—Su abuela llamó.

—¿Y que dijo?.

—Que quiere hablar con usted, con respecto a sus acciones.

Mitchell sabía que algo así pasaría, la empresa fue fundada por él desde que era muy joven, pero su abuela fue su mayor inversionista, si no hubiera sido por su aportación económica, él hubiera batallado mucho para conseguir el imperio que ahora tenía, así que la nombró accionista de su empresa, aunque ella le daba el mando de todo y siempre aceptaba las decisiones de Mitchell.

Su abuela era una de las accionistas mayoritarias, tenia voz y voto dentro de su empresa y no podía solo ignorarla.

—Está bien, yo me encargo, gracias.

—El café esta listo, también hice que les prepararan algunos aperitivos, ¿Quiere que le preparen de comer?.

—No, gracias, ya puedes retirarte.

—Con permiso señor.

Zeida se cambió con rapidez, se sujetó el cabello mojado en un chongo y se fue a ver en el espejo, su rímel se había corrido un poco, lo arregló y solo hasta que se sintió un poco segura, bajó las escaleras.

En la sala no había nadie, la casa era muy grande, ella caminó por el lugar, había cuadros muy hermosos, estaba admirando una estatuilla que parecía muy costosa, la tocó con las yemas de los dedos y de pronto…

—¿Qué haces?.

Pegó un salto y sin querer empujó aquel artefacto, haciéndolo caer al suelo, la pieza se rompió en pedazos.

—Hay no, no no no.

—Genial, acabas de romper una pieza de miles de dólares.

Zeida se giró y miró a Itzel ahí de pie, comiendo una barra energética y usando una pijama de color rosa, su cara estaba verde por una mascarilla que estaba usando, era tan opuesta a su hermano.

—Lo siento, la pagaré, en verdad lo siento yo…

—Ahora mi hermano te enviará a la cárcel.

Zeida entro en pánico, casi quería arrodillarse y pedir piedad, sabía que el demonio Mitch podía ser muy cruel, no por nada se había ganado ese apodo.

—Voy a pagarlo, lo juro…

Itzel sonrió con malicia. —Solo jugaba contigo, esa baratija la hice en la escuela de arte, no vale nada, bueno, tal vez solo mi tiempo, pero igual no me gustaba, mi hermano insistió en ponerla ahí, cree que me esforcé mucho por hacerla, pero solo fue para sacar la nota, no significa nada, mas que un seis.

—Que bueno que ahora lo sé.

Las dos se sobresaltaron al escuchar la imponente voz de Mitchell.

En especial Itzel, quien había confesado aquello sin darse cuenta.

—¿Por qué te apareces como si fueras un fantasma?, das miedo—Dijo ella un poco ofuscada.

—Lamento mucho haber roto eso, voy a limpiarlo y…

—Déjalo ahí, alguien del personal lo limpiará, ven, tómate un café, la tormenta solo empeora, no es buena idea que salgas así ahora, lo digo por mi chofer, no quiero que le ocurra algún percance.

Itzel se apresuró a marcharse, ya no había nada que hacer en ese lugar.

Mientras que Zeida era puesta en su lugar de nuevo, si pensaba que podía ocurrir algo entre su jefe y ella, él le recordaba que no, eso era imposible.

—Claro.

Mitchell la llevó hasta la cocina y la invitó a que se sentara en una pequeña isla. Le puso la taza de café enfrente y le entregó una cuchara.

—Ponle azúcar.

Ella asintió. —Entonces…, pediré un taxi.

—Olvídalo, también eres mi empleada, si te pasa algo, el responsable seré yo. — Él no la dejaría ir bajo ninguna circunstancia, si algo le pasaba a Zeida, él no se lo perdonaría.

—La lluvia no va a parar.

—Quédate está noche entonces—Propuso él.

—¿Aquí en su casa?.

Mitchell asintió, —Si, quédate en mi habitación…

—¿Y usted?.

—Puedo quedarme en mi despacho.

—No, como cree, no puedo hacer eso.

Él hizo una mueca y sonrió disimuladamente, Zeida estaba tan asombrada que no se dio cuenta.

—¿Entonces?, ¿Quieres compartir la misma habitación?.

Ella lo miro con los ojos muy abiertos, enmudeció por completo e inclusive dejó de respirar. —N-n…

—Solo estoy bromeando, no te preocupes, en mi despacho tengo un sofá cama, estaré cómodo, además tengo que trabajar hasta tarde, quédate en mi habitación, si necesitas tomar una ducha, puedes usar el baño, siéntete como en tu casa, salir ahora, es imposible— dijo Mitch, tomó su taza de café y salió de aquel lugar, dejando a Zeida aún con la boca abierta.

Cuando por fin la chica pudo reaccionar, se sujetó el pecho y resopló. 《¿Por qué me pone de este modo?..., olvídalo Zeida, olvídalo de una buena vez》.

Aunque ella quisiera, no podía irse, Mitchell tenía razón, el clima empeoraba en lugar de mejorar, estaba oscuro e ir por la carretera en esas condiciones, era muy peligroso.

Así que ella tuvo que sacar su teléfono y marcarle a su madre.

—¿En donde estás cariño?.

—Mamá, estoy en casa de una… amiga, el clima se puso muy feo y el transporte no pasaba, ella me invitó a quedarme en su casa.

—¿Una amiga?, ¿Es una buena persona?.

Mitchell Maxwell no era un hombre malo, de eso Zeida estaba segura, así que si, ella confiaba en él.

—Si, no te preocupes, solo llamaba para avisarte.

—Está bien, pero por favor, cualquier cosa no dudes en llamarme.

—Si mamá, que pases buenas noches.

—Igualmente cariño, cuídate.

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