Capítulo 9. No es su profesión.

Lorenzo permaneció en completo silencio, mientras Valentina se alejaba de la mujer, lo suficiente como para ver lo que tenía en la mano; era un pequeño vestido para su muñeca. Él estuvo a punto de girar sobre sus talones y darles un poco más de tiempo juntas, pero era tarde y tenían que volver a casa.

Un ligero carraspeo hizo que Stella levantara el rostro y se fijará en la figura del hombre en el umbral de la puerta. La muchacha se quedó de piedra y por un momento no supo qué hacer.

—Buenas tardes —susurró.

Lorenzo no respondió, miró a su hija, ignorando por completo a Stella.

—Muchas gracias por cuidar de Valentina, puede irse —dijo, moviéndose de la puerta, invitándola a salir.

Tenía una sensación incómoda en el corazón, ver cómo Valentina la abrazaba le causó una terrible desazón en el pecho. Era como una piedra gigantesca que lo aplastaba y le dejaba sin respiración.

—Sí, señor —respondió.

—¿No puede quedarse? —preguntó Valentina, tomando la mano de Stella para evitar que se marc
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