Capítulo 8. Una herida abierta

—Entonces, ¿todo está bien? —preguntó Stella, mirando a Gabriel. El cardiólogo le sonrió y asintió.

—Sí, Stella, no hay ningún rechazo al órgano nuevo en tu cuerpo.

—Pero he estado sintiendo opresiones en el pecho —refutó ella sin poder creer que todo estaba bien con su corazón.

—Quizá has estado bajo mucho estrés o alguna emoción fuerte. A veces nos sucede, Stella —le explicó Gabriel con paciencia y casi ternura.

—No sé si alguna vez lo he experimentado y confundido. Con mis problemas cardiacos nunca sabía si era emoción o una crisis —dijo.

Gabriel se mordió el interior de la mejilla.

—Todo esto es nuevo para ti, Stella. Hay emociones que llegamos a sentir y que en tu caso puedes llegar a confundir con una crisis, pero relájate. Todo marcha bien contigo y con la operación —le dijo.

—¿De verdad?

—¿Dudas de mí? —preguntó Gabriel, levantándose de su asiento y rodeando su escritorio.

—No, claro que no podría dudar. Le debo mi vida —susurró.

Las manos de Gabriel tocaron los hombros de Ste
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