Quieren decir la verdad, sabiendo que si lo hacen su peor miedo se volverá realidad, mientras intentan salir del círculo de toxicidad en el que giran, y giran sin parar, librando una batalla con las peores versiones de ellos mismos. Cada parte de su alma es carcomida por secretos que afloran sentimientos turbios y las adicciones, aparentemente, sirven de solución o al menos como placebos. El silencio se transformó en su lenguaje, hablar no es una opción.
Leer másTumbada en su cama, Laura trazaba apacibles líneas en una pequeña libreta de dibujo que darían vida a un retrato inspirado en sus tormentosos recuerdos. La habitación era sonorizada por las canciones más nostalgias de Ed Sheeran, su cantante favorito, que se reproducían, una detrás de otra, desde su celular móvil.
Pronto, el duelo por la muerte de su madre acabaría y Laura tendría que regresar a sus actividades cotidianas, aunque ella aún no estaba preparada para eso. No podía regresar al mundo real y aparentar como si nada hubiese pasado. No era sólo el fallecimiento de su mejor amiga y confidente lo que le afectaba, sino un dolor más grande que no había contado a nadie.
El sonar del teléfono de cable, en la sala de estar, avivó los sentidos de la joven y en pocos segundos oyó la voz gruesa y serena de su padre que atendía la llamada en la estancia principal. La delicada mano de Laura continuaba guiando el lápiz sobre el improvisado lienzo hasta que su padre quebrantó su amena soledad llegando sin aviso a su habitación. El hombre de cabello corto y cuerpo fornido vestía su acostumbrado uniforme de policía.
-Cristina llamó al teléfono. Ella y otros chicos irán al billar de poco, esperan verte allá.
-No iré. –Dijo brevemente Laura sin abandonar lo que hacía. Para Sergio sus hijos eran lo más valioso en el mundo entero, pero no importaba cuánto se esforzara nunca lograba derrumbar el muro que Laura había decidido construir a su alrededor desde el día que se divorció de su madre para rehacer su vida con otra mujer. Tenía suerte de que Tobías tuviera tan sólo dos años de vida y no entendiera el dolor que afligía a su hermana.
-Desde que tu mamá murió, todo lo que has hecho es dibujar encerrada en tu habitación. No puedes seguir así. –Reprendió suavemente Sergio a su hija. Los ojos claros de Laura se posaron sobre él, sintió su corazón fragmentarse en mil pedazos cuando vio que la mirada de su hija carecía del brillo que durante años alumbró su vida.
-Papá mañana regresaré al colegio, todo lo que quiero es pasar mi último día de luto conmigo misma. –Articuló Laura con melancolía. –Por favor vete. –Sin musitar objeción, Sergio obedeció a su hija. Nuevamente, la soledad se proclamó en la habitación. Su mirada hacía el mismo recorrido que el lápiz y, en el instante en que Perfect empezó a sonar, los recuerdos empezaron a vagar en su mente, una y otra vez sus memorias de aquel tormentoso momento se reproducían lentamente en su cabeza al compás de la melodía suave de la canción que se había transformado en un martirio. El lápiz seguía su camino destinado, pero ahora era guiado por el odio y el rencor que reclamaron el alma de Laura como suya. Cada vez, la línea trazada se acentuaba más, hasta que la presión cedió y la punta de carboncillo se quebró, al mismo tiempo los ojos de Laura dejaban escapar lágrimas de odio en su estado más puro. Había confiado, ciegamente en la persona que decía amarla, y ella sabía, amó; y cruelmente la hirió de manera irreversible. Lanzó su libreta de dibujo a algún espacio libre en la cama y se acostó en posición fetal en la que podía reprimir su llanto.
(…)
Mientras sus compañeros de fútbol soccer jugaban billar, Caleb yacía sentado en una butaca de madera. Hacía descansar sus fornidos brazos sobre la barra de servicio, y los dedos de sus manos jugueteaban entre sí. Las voces de los demás presentes se hacían altas en un intento de no ser sofocadas por la música de Quuen que sonaba fragorosa, y aún con todo el ruido los pensamientos de Caleb fluían imperturbables. Sus ojos paseaban por todo el local, aunque realmente no prestaba atención a lo que veía, tan sólo evitaba que su oscura mirada tropezara con la persona que tanto quería y que por temor jamás se había animado a decirle lo que sentía. Sin embargo, ahí estaba, con su cabeza inclinada y talante indiferente preguntándose si lo que él sentía era un sentimiento mutuo entre los dos o si vivía una historia de amor platónico.
Sus compañeros intensificaron aún más el ruido cuando una joven mujer, de su edad contemporánea, ingresó al local. Recibida entre ovaciones y lascivos piropos, Vanesa se convirtió en el centro de atención como a ella tanto le gustaba. Se acercó sutilmente a la mesa de billar y saludó, con un casto beso en la mejilla, a cada uno de los seis futbolistas que la vitorearon. No muy lejos se encontraba Caleb sentado frente a la barra de servicio. Sin perder tiempo, la pelinegro se acercó al chico y sin musitar palabra le obsequió un prolongado beso, también en la mejilla, aunque esta vez no fue tan inocente. Cuando sus delicados labios se separaron de su rostro, Caleb, haciendo uso de una servilleta, limpió la pintura labial que había dejado en su mejilla.
-Me da gusto verte, hermoso. –Dijo ella con picardía. El indiscutible atractivo de Caleb tenía conquistado a la gran mayoría de las chicas del colegio, y Vanesa no era la excepción sin embargo, él no sentía lo mismo por ella.
-¿Dónde está tu novio? –Preguntó tajante Caleb con la intención de recordarle que tenía uno. –Hoy no asistió a la práctica de soccer.
-No lo sé. Tan sólo me dijo que estaría con Christopher. ¿Quieres ir al cine?
-No puedo Vane, tengo asuntos pendientes. –Rechazó cortésmente la invitación de la otra. Seguidamente se levantó y, luego de despedirse de sus colegas, se marchó. Sus conversaciones con las chicas siempre eran cortas. No había una sola mujer con la que pudiera hablar que no insinuara sus deseos de ser algo más que una amiga. Ninguna de ellas perdía ocasión para acercarse a su boca o quedar envuelta entre sus gigantescos brazos, y para él era agobiante. Sentía la opresión de demostrar algo que no podía.
Vanesa reemplazó a Caleb y se sentó donde él lo había hecho antes. Desde el primer momento en el que lo vio, siempre se había sentido atraída hacía el joven futbolista y nunca lo había ocultado de él. Sin embargo, Caleb la rechazaba argumentando que su único interés, por ahora, eran los estudios. A sus diecisiete años el futbolista nunca se había involucrado sentimentalmente con nadie, y esto sólo acrecía el deseo de Vanesa, pues ella sería su primer y único amor.
La entrada fue atravesada por un chica de cabello dorado y ojos zafíreos, piel color crema y radiante sonrisa. A pesar de su singular belleza, Cristina, a diferencia de Vanesa no era vanidosa, todo lo contrario, no se esforzaba por conquistar a ningún chico y odiaba el exceso de atención, aunque no significaba que no lo tuviera. La recién llegada se acercó a quién consideraba su mejor amiga y la saludó con un edificante abrazo. Detrás de Cristina, como si de guardaespaldas se tratase, llegaron dos jóvenes; uno de cabello corto azabache y tez blanca, con ínfulas pretenciosa. El segundo chico, al igual que su hermana, tenía cabello rubio y ojos del mismo tono azulado, aunque su piel era más blanca. Y su actitud resultaba, para algunos, irreverente. Christopher saludó con simpleza a Vanesa, solía ser más afectuoso cuando estaban en privado. Alex unió sus labios con los de la otra en un apasionante beso que Vanesa correspondió debidamente.
-Me alegra que vinieran, Caleb me dejó sola.
-Sí, lo vimos. –Dijo Cristina.
Los cuatro amigos iniciaron pronto una intrascendente conversación acerca de los absurdos problemas por los que atravesaban, una perceptible evidencia de la lozana edad que apenas vivían. En algún momento de la plática, Alex solicitó el servicio de uno de los dependientes del local. A su encuentro llegó Bruno, un chico de tan sólo dieciocho años, que abandonó sus estudios de secundaria negándose a seguir tolerando las burlas y humillaciones que recibía a diario, luego de que se supiera su homosexualidad. Aunque ellos hubieran preferido algo con alcohol, debido a su minoría de edad, tan sólo pudieron pedir cuatro bebidas gaseosas.
-Invité a Laura, aunque no estoy segura de que venga. –Habló nuevamente Cristina.
-Deberíamos ir a visitarla. –Articuló Christopher.
-No. –Se apresuró a decir Alex, cautivando la atención de los demás. –Lo mejora para ella es estar sola, cuando se sienta preparada volverá a ser la misma de antes.
-No lo sé, creo que deberíamos apoyarla. –Opinó Vanesa.
-Yo ya he pasado por ese dolor. Cuando mi mamá falleció, lo último que quería era hablar con alguien, créanme. –Insistió Alex, ninguno fue capaz de contradecirlo. No podía plantarse en la puerta de su casa, como si nada hubiese pasado. Alex, sólo esperaba que el tiempo ayudara a sanarla, pero bien sabía que su daño era irreversible.
-Jurado ¿Cuál es su veredicto? -Preguntó la jueza. -Encontramos al acusado culpable. –Dijo uno de los miembros. El testimonio de Alex fue la clave para cerrar el caso con justicia. Uno de los guardias se acercó a Christopher y lo esposó. Antes de que pudieran llevárselo, se volvió para ver a Cristina quien presenció todo como público. -Lo siento mucho. –Dijo el chico manteniéndose firme. -Siempre habías dicho que te parecías a papá. -Dijo Cristina al borde de las lágrimas. -Bueno, ahora te creo. -Finalizó rompiendo en llanto. Sólo sus lágrimas podían abatir el orgullo de Christopher y su talante austero. La envolvió entre sus brazos llorando también, disculpándose mil veces por lo que había hecho, por haberla dejado sola. Los guardias acabaron con el momento y Cristina sólo se quedó viendo cómo se lo llevaban. Secó sus ojos y se esforzó por calmarse. Salió de la sala dirigiéndose al exterior del tribunal donde se encontró, casualmente, con Vanesa quien no dudó en reconfortarla ent
Más temprano, Bruno ya había dado su testimonio, ahora era el turno de Caleb. Mentir bajo juramento lo tenía nervioso, podía enfrentar una condena si llegaran a descubrir que estaba dando un falso testimonio. Aunque más le asustaba que se supiese su homosexualidad, y sabía que Christopher no dudaría en hacerlo saber.-Joven De la Vega. ¿Podría decirle al jurado dónde avistó a mi cliente la noche del 28 de mayo a las 21 horas? –Cuestionó Patrick Silva, el abogado de Christopher. Caleb aflojó el nudo de su corbata y se aclaró la garganta antes de poder hablar.-En el billar de Paco. –Dijo esforzándose por mantener su voz firme. –Recuerdo que esa noche estaba lloviendo demasiado y la neblina estaba tan espesa que apenas lograba ver, así que preferí entrar y jugar un rato al billar mientras esperaba a que la carretera se despejará. Lo vi a Christopher sentado en la barra de servicio, bebiendo cerveza. –Concluyó ajustándose al testimonio que había acordado junto a Bruno, éste había afirmad
Christopher se encontraba en libertad bajo fianza sin embargo, por recomendación de su abogado, era mejor que permaneciera en su casa, a lo que hizo caso omiso. En cuanto el cielo se oscureció, Christopher se subió en la Yamaha asegurándose de que su rostro no fuera reconocido bajo un casco que complementaba una chaqueta de color azabache, jeans y guantes a juego; y condujo al límite de velocidad procurando no llamar la atención de ningún oficial hasta llegar al taller de Chema. Encontró al mencionado a las afueras del local fumándose un cigarrillo.-Creí que estabas en prisión. –Dijo Chema soltando el humo de su boca y viendo a Christopher quitarse el casco. –Oí que la hija del oficial por fin habló.-Así es, lo hizo. –Confirmó el catire tranquilo.-No pretenderás salir a vender ¿cierto? –Dijo Chema, le dio la última calada a su cigarrillo para luego tirar la colilla al suelo y pisarla. –Si entiendes que tienes una diana en la espalda.-Sí lo sé, y no vengo por mercancía. Necesito un
Las manos de Laura reposaban sobre su regazo con los dedos entrelazados y su cabeza estaba inclinada. Seguía en el hospital, sentada sobre la cama, vistiendo una bata insípida mientras que Alicia, sentada en una silla frente a ella, esperaba una respuesta, quería saber cuál fue la razón que la impulsó a atentar contra su vida, pero Laura enmudeció, apretaba sus labios para reprimir su voz. Si pensar en la herida era doloroso no podía ni imaginar cómo sería confesarlo. Ya había pasado por mucho dolor, y todo lo que quería era superarlo, cambiar la página del libro y escribir un mejor capítulo, pero para hacerlo debía concluir con este capítulo. -Me violaron. –Dijo al fin, dos palabras que juntas le aterraban. No levantó la mirada en ningún momento sin embargo, una lágrima escapó de sus ojos. -¿Cuándo pasó? –Preguntó Alicia luego de un silencio. -La noche en que mi mamá falleció. –Espetó Laura con su voz quebrándose. Limpió las lágrimas que antes habían caído y también las que empeza
Estaba próximo a cumplirse tres horas desde que Sergio llevara a Laura al hospital luego de haberla encontrado tirada en el suelo del cuarto de baño a penas respirando con su rostro pálido y sus labios negros. Casi tres horas aguardando impaciente por el informe del médico, sentado en la sala de espera, culpándose por no haber reaccionado a tiempo. En el fondo sabía que la depresión por la que atravesaba su hija era más grande de lo que quería creer, pero temía no poder manejarlo, y ahora estaba sometido a la zozobra, implorándole a cuántos santos creía por el bienestar de su hija.Divisó a la distancia que el médico se acercaba y de un saltó se levantó de la silla para recibirlo inquieto.-¿Cómo está mi hija? –Preguntó Sergio.-Estable. –Fue lo primero que el médico dijo calmándolo. –Sígame. –Pidió al oficial quien empezó a caminar siguiendo su rastro, recorriendo dos extensos pasillos aglomerado de personas, enfermeros en su mayoría, hasta llegar finalmente a la habitación en la que
How would you feel sonaba sin parar en los auriculares de Alex que parecían haberse adherido a sus oídos. Cuando su cabeza no era martillada por esa canción, entonces su conciencia era torturada con photograph. Cada nota, cada verso y cada estribillo de la canción traían un fragmento de aquella noche.Paseaba por los parques y las plazas para evitar que el encierro de su habitación carcomiera, aún más, su cabeza. Tenía que mantenerse entretenido, distante del mundo real, pero cada día que pasaba era más difícil. A diario sentía la necesidad de visitar a Laura y no marcharse de su casa hasta que no lo perdonara, si fuera tan fácil como lo imaginaba hace tiempo lo hubiese hecho, la verdad era que ella no estaba dispuesta a perdonarlo, sus heridas estaban lejos de cicatrizar. La puesta del sol anunció su regreso a casa, así que se dejó llevar por un paso lánguido a su casa en donde tenía que fingir una sonrisa para que su nostalgia pasara de desapercibida de su padre, pero es
Último capítulo