En ese instante, Elsa se quedó descolocada.
Levantó la vista y vio a Lucas con los puños apretados, los ojos encendidos.
Con voz firme, cargada de una determinación que no admitía dudas, dijo:
—Voy a traer de vuelta a Mariana. Mientras esté en este mundo, la voy a recuperar. Aunque tenga que recorrer todo el país, la voy a encontrar.
En un segundo, todo se aclaró en su mente.
Comparado con aquel sueño donde acababan atrapados en un matrimonio vacío, sin amor y condenados a la muerte, la realidad —aunque dura— todavía le dejaba una rendija de esperanza.
Mariana se había ido, sí. Pero seguía viva.
Y mientras respirara, él aún podía alcanzarla.
En el fondo lo sabía: Mariana lo había amado demasiado.
No podía ser que de la noche a la mañana lo hubiera borrado de su corazón.
No... lo que hizo fue huir, porque estaba herida.
Pero ahora que por fin aceptaba lo que sentía, estaba convencido: si la buscaba de verdad, tarde o temprano volverían a encontrarse.
Elsa lo miró con la boca entreabiert